Para demostrar su inmensa bondad, la Naturaleza nos envía bondadosas epidemias mortales, desconocidas hace pocos años. Eso del "chikungunya" –misteriosa enfermedad con extraño nombre, provocada por mosquitos, que ya ha matado a 77 personas y hecho 157.000 enfermos– ocurriendo en la lejana isla de la Reunión, hará que algunos piensen que "allá me las den todas". Pero además de demostrar un repugnante egoísmo, eso sería imbécil, porque lo mismo se decía de la gripe aviar cuando comenzó en las más remotas regiones de Asia, y ahora está en el corazón de Europa y hasta en el norte de la douce France, en donde hace estragos entre las aves, cisnes, patos y gallinas. "¿Coméis pollo?", me pregunta, ansiosa, tía Mercedes. Cenamos pollo hace un par de días, sí, pero la verdad es que nos entran dudas. El consumo ha disminuido en un 30%, y en otros países de la Unión Europea, mucho más.
Me llamó la atención cuando las autoridades francesas anunciaron, muy ufanas, que la comisión de Bruselas las había autorizado la vacunación preventiva de sus patos y gallinas. Y yo que creía que vivíamos en una Europa ultraliberal, en la que cualquier campesino, sin necesidad del visto bueno de los burócratas de Bruselas o de París, tenía perfecto derecho a vacunar cuando le diera la realísima gana. Pues resulta que no. En realidad, la Comisión se ocupa con mucho esmero de controlar la calderilla que sus socios llevan en el bolsillo derecho de su pantalón, pero no sus acciones en bolsa. Cabe preguntarse qué va a hacer la comisión ante el golpe de estado del gobierno francés, imponiendo la fusión de Suez y Gaz de France y dando así con la puerta en las narices a la italiana Enel en un arrebato de "patriotismo económico" que contradice todas las normas europeas sobre la libre competencia. Lo mismo que hace lo que aún se designa como "gobierno" en España. Los sindicatos y la izquierda toda, están en contra de dicha fusión, no por su "patriotismo" sino porque eso supondría la privatización de Gaz de France y las privatizaciones constituyen, para ellos, el rostro infame de Satanás.
Se discute, más que otras veces, el número de manifestantes "antirracistas" de ayer domingo: 33.000 según la policía, 80.000 según ciertos organizadores, 200.000 para otros, pero una cosa queda clara, fueron infinitamente menos que en la nuestra del sábado en Madrid, de la que la prensa gala no se atreve a dar cifras, para no desesperar a los numerosos "zapateristas" de la UMP, del PS, de la UDF, etcétera. El motivo de la manifestación fue protestar por el asesinato, bajo tortura, del joven judío Ilán Hamilim (vendedor, y no empresario, como pusoEl País, con su antisemitismo latente), por la "banda de los bárbaros" cuyo jefe está detenido en Costa de Marfil y varios de sus cómplices en Francia. Pongo comillas a eso de "antirracistas", porque algunos manifestantes pertenecen a organizaciones que se manifestaron contra la guerra de Irak al grito de "¡Mueran los judíos!". Desfilaron representantes de la plana mayor de la clase política en su conjunto, pero a Philippe de Villiers el servicio de orden le expulsó con gritos de: "¡Racista! ¡Racista!". Lo cual no sólo es falso, sino de una intolerancia supina, pero como es de derechas no tiene derecho a existir. Expulsando, pues, de la cabeza de la manifestación en donde se situaban las personalidades, de Villeirs se coló... en la cola porque, dijo, "quería expresar su simpatía a los judíos de Francia". Lo cual, a todas luces, demuestra su racismo.