Suele decirse que Irak ha supuesto el aumento del terrorismo islamista. La realidad parece ir en sentido contrario, al menos en lo que toca al resto del mundo. Irak importa terroristas suicidas, no los exporta. Al menos hasta ahora. Los secuaces de Bin Laden, con Al Zarqawi a la cabeza, hicieron de la guerra en Irak su frente central contra infieles, corruptos u cruzados. Sin embargo, la mejora de la autoprotección de las fuerzas de la coalición llevó a que los objetivos pasaran de ser las tropas aliadas a los civiles iraquíes. Zarqawi explicaba su deslizamiento por querer detonar con sus acciones violentas una guerra civil entre sunníes y chiíes en Irak. El último ataque terrorista: el camión bomba que ha destruido uno de los símbolos históricos religiosos para los iraquíes, el mausoleo donde yacen enterrados los imanes Ali al-Hadi y al-Askari, en Samarra.
La rapidez con que los líderes espirituales y religiosos tanto chíies como sunníes han condenado el atentado a la vez que han realizado un llamamiento a la calma contradice a muchos titulares que hablan ya de una guerra civil segura en Irak. En realidad, puede muy bien que este brutal ataque de Zarqawi se convierte en un golpe mortal para Al Qaeda en Irak.
A comienzos del verano pasado supimos de un cruce de cartas entre Al Zarqawi y el número dos de Bin Laden, Al Zawahiri. Este criticaba abiertamente la muerte de musulmanes que estaba provocando Zarqawi con sus acciones y le instaba a no dividir a los islamistas y a concentrarse en objetivos más legítimos, como los americanos o los regimenes laicos de Jordania y Siria. El subsiguiente ataque a dos hoteles en Amman llevó a pensar que Zarqawi seguía las instrucciones del ideólogo de Al Qaeda. Pero también ha seguido castigando en Irak, como acaba de verse otra vez.
El ataque en Jordania provocó una reacción no sólo oficial, sino un profundo malestar social. No era lógico ni admisible que un jordano como Al Zarqawi les golpeara en su propio suelo. Esta es la misma reacción que está alimentando en Irak, en contra de lo que suele pensarse. Ayer, tanto Al Sistani, como el mucho más radical Muqtada al-Sadr hicieron público sendos comunicados en lo que se calificaba detakfiria quienes hubieran perpetrado este nuevo ataque. Y ese calificativo, pone a Al Zarqawi en el nivel de los infieles que asesinan a creyentes musulmanes, crea una distancia insalvable entre el pueblo iraquí y los terroristas de Al Qaeda. Ha llegado el momento de que todos vayan a por ellos, antes de que se arrepientan y salgan de Irak hacia lugares desconocidos.