Lo que nos faltaba: Llamazares diciendo al salir de La Moncloa que Zapatero le ha dado “datos solventes” sobre la “posibilidad de un proceso de paz”, que es como llaman ahora a la decimotercera tregua de ETA, impetrada de rodillas por ZP, Llamazares y los héroes de Perpiñán. Para empezar, si Llamazares dice que algo es “solvente”, cabe dudar de su solvencia. Para continuar, si los datos los da Zapatero, lo más probable es que o estén equivocados o sean falsos. Y para terminar: si lo único que este Gobierno de saldo, arrodillado ante los terroristas, puede ofrecer a la opinión pública es negarle a Rajoy lo que le da a Llamazares, o no tiene nada o lo que tiene es tan infame que sólo al matasanos castrista puede parecerle bien.
Pero hay algo a lo que estamos empezando a acostumbrarnos y no deberíamos hacerlo: que la política se haga en la clandestinidad y que incluso de esa clandestinidad se excluya a la media España que representa el PP, que es casualmente la que más cree en la Nación y en la Constitución. Hay que defender por todos los medios y en todos los ámbitos dos principios sin los que nuestras libertades están condenadas a desaparecer. El primero es que en España, en toda ella, una democracia sin el PP no es democracia. Será lo de Cataluña: una dictadura apenas disimulada, un despotismo sin ilustrar, una forma sibilina de fundamentalismo con la lengua catalana ocupando el lugar del Islam.