La tregua de ETA sólo existe en la cabeza de un iluminado que por un accidente histórico ha llegado a la presidencia del Gobierno de España. En un análisis racional no existe un solo dato por el que ETA esté interesada en conceder en este momento un alto el fuego que tendría un alto coste para la banda y con el que no ganaría nada.
El coste de una tregua es siempre alto para una organización terrorista, sobre todo en términos de credibilidad. Para ETA el alto el fuego es una consecuencia de la previa claudicación del Estado, un premio al final del proceso si se cumplen todas sus condiciones. El Gobierno, por el contrario, necesita de ETA un pago anticipado que le permita recuperar capital político para proseguir con la operación.
Por el momento, es ETA la que está obteniendo todos los réditos sin necesidad de pagar nada por ello. Los terroristas han roto el aislamiento político y el asedio social al que les sometió Aznar sin necesidad siquiera de plantearse renunciar a su actividad criminal. Es más, el cálculo de ETA es que sus atentados serán determinantes para acelerar el proceso de claudicación que ha puesto marcha Zapatero.
ETA continúa de hecho acelerando la cadencia y la entidad de sus bombas. El objetivo de esos atentados es doble. Por un lado demostrar que existen, que aún no han sido plenamente derrotados. Por otro, mantener atemorizado al empresariado del que obtienen su financiación a través de la extorsión.
Frente a la expectativa de una tregua inminente, que el Gobierno filtra de forma recurrente a los medios de comunicación, nuestro análisis es que ETA continuará en los próximos meses intensificando su campaña de atentados. Los terroristas son plenamente conscientes de que tienen acorralado al presidente del Gobierno en un callejón sin salida y no van a dejar de golpear hasta que obtengan de él lo que quieren: la autodeterminación, la anexión de Navarra, la impunidad para sus asesinos y, como consecuencia de todo ello, la justificación histórica de sus crímenes.
Los terroristas son conscientes de que con sus expectativas de paz el presidente del Gobierno se ha colocado en una posición de vulnerabilidad tal que bastaría un muerto para asesinarlo políticamente. Rodríguez Zapatero ya ha demostrado que está dispuesto antes a vender a su patria que a perder el poder. En esas circunstancias será difícil que ETA deje escapar esta oportunidad histórica de vencer a la democracia española, una oportunidad que paradójicamente le ha llegado en su momento de máxima debilidad y cuando creía que todo estaba perdido.