Rodríguez proclama su optimismo respecto a la ETA y nos pide un acto de fe. No es que haya pagado por adelantado un precio político; es que ha hipotecado activos institucionales, legales y morales para hacer frente al pago. A la vista de la agenda política socialista de los dos últimos años, cuando llegue la ansiada y onerosa tregua, se dispondrán de inmediato las dos famosas mesas. Paralelas. Simulando dinámicas y lógicas y propósitos y sentidos diferentes, sólo habrán coincidido en el tiempo... ¡por azar!
De la misma cocina monclovita saldrá el mismo menú, que servirán los mismos camareros a comensales separados por un biombo. Discretamente degustarán los platos de la rendición unos encapuchados que se fotografiarán junto a juristas de reconocido prestigio y malabaristas del derecho penal de reconocida amoralidad. Del otro lado del biombo, sin que tenga nada que ver con lo anterior, y sin capuchas –aunque a alguno se le sospeche un cerco tiznado alrededor de los ojos–, la mesa política despachará asuntos que ya vienen sonando familiares: bilateralidades, Tribunalillos Supremos adaptados al territorio sagrado, soberanías implícitas en el mejor de los casos, autodeterminación, nación, bloqueo competencial, plena exclusividad de actuación de la policía autonómica, mejoras difíciles de adivinar en un régimen financiero-fiscal que ya es prácticamente soberano, presencia en organismos internacionales, lo habitual.
Lo más llamativo va a ser el prodigio de sincronización de las dos mesas. En el mismo segundo se servirá el entrante, por ejemplo, que consistirá en idéntico yantar, pero alegrará vajillas diferentes y llevará nombres distintos. Lo que en una mesa se llame paquete de beneficios penitenciarios en otra se denominará designación de representantes vascos en organismos públicos. Un sorbete entre el primero y el segundo, servido en el mismo instante a los comensales, recibirá a un lado del biombo el título de garantías de reinserción y al otro el de reconocimiento nacional.
Está por ver si el PNV tiene un Artur Mas, si las leyes y la previsible ceguera del Tribunal Constitucional se puedan forzar para el País Vasco más que para Cataluña, si entre Peces y la propaganda se consigue silenciar o desprestigiar a un colectivo de víctimas que ha empezado a resquebrajarse pero que cuenta con la estima de la opinión pública. Está por ver, sobre todo, si los millones de votantes socialistas de toda España aplauden el truco del biombo o abuchean. Está por ver cuántos de ellos desean, como Múgica, vencedores y vencidos. Y si Bono considera adecuado que, teniendo una parte de los comensales los brazos en alto, es oportuno que sus interlocutores los alimenten como a criaturas, haciendo el avioncito: ésta por Sabino Arana, ésta por el Hipercor...