Las caricaturas del “Jyllands Posten” no se han hecho famosas de golpe. Desde el 30 de septiembre hasta comienzos de febrero, cuatro largos meses de otoño y de crudo invierno, la opinión pública de los países islámicos, tal vez porque no existe, mostró la más absoluta indiferencia por la inspiración humorística del periódico danés. ¿Por qué ese desinterés ante lo que ahora reputan terribles blasfemias? Pues porque en las corrompidas y atroces o, en el mejor de los casos, crueles y corruptas dictaduras que constituyen los países musulmanes de todo el mundo, sin excepción, del extranjero sólo existe lo que la tiranía suministra a la plebe en gachas y potitos informativos pasados por la policía y el muecín, para excitarla o calmarla, según convenga al déspota muslim.
¿Y por qué han tardado cuatro meses los tiranos islamistas, sus terroristas y entes asociados en rasgarse la chilaba? Pues muy probablemente porque ese ha sido el tiempo que ha tardado la OIEA en llevar el programa nuclear iraní ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Si los países del Consejo no muestran su preocupación activa por el rearme del régimen de los ayatolás, el periódico danés no habría sido objeto de la curiosidad de los servicios secretos de Irán y Siria, que aparecen ante la opinión pública como los más indignados por esa blasfemia tan terrible tan terrible que durante cuatro meses no les interesó lo más mínimo.