Hasta ahora habíamos visto a Pepín Blanco realizar muchas piruetas políticas fruto de su incoherencia, su sectarismo o su poca calidad política. Pero esta última marca un punto de inflexión difícil de entender. Más que una pirueta es una auténtica voltereta; aunque ciertamente con una torpe ejecución. Y es que, en menos de veinticuatro horas, ha cambiado de discurso en una cuestión crucial como es la Asamblea de Batasuna convocada en Baracaldo para el próximo sábado. El lunes, el secretario de organización del PSOE decía, entre insultos a Mariano Rajoy, que la celebración de esa asamblea del brazo político de ETA era irrelevante. El martes, después de que el juez Grande Marlaska prohibiera esa convocatoria de un partido ilegal, Pepín salía como si no fuera con él y no se le ocurría otra cosa que decir que la decisión judicial "ha sido un triunfo de la democracia".
Este cambio pendular en tan poco tiempo puede tener distintos orígenes. Puede ser simple caradura política, se podría deber a una esquizofrenia mediática o quizá se pueda explicar por una ausencia total de escrúpulos para cambiar de opinión en una cuestión básica como es el cumplimiento de la Ley de Partidos. Es decir, de la ley. Pepín habla y habla; pero por lo que estamos viendo no le importa lo más mínimo lo que dice o como lo dice. El va a lo suyo, aunque en esta ocasión es evidente que ha pinchado en hueso.
Independientemente de los motivos de este cambio de actitud de Pepín, lo más grave es lo que está en juego. Ya hemos visto que el Gobierno y el PSOE sólo buscan el rédito político más efectivo y más inmediato. Han desmontado todo discurso político contra el terrorismo, han destrozado el trabajo democrático de años y han arrinconado todo mensaje de apoyo a la sociedad ante la ofensiva terrorista para buscar como sea una tregua-trampa de ETA.
Pepín Blanco ha dado se penúltima voltereta política este martes, cambiando de opinión en veinticuatro horas, demostrando lo poco que le importan los principios. Cuando se cambia de opinión en tan poco tiempo en una cuestión clave como la lucha contra el terrorismo o la celebración de un acto de un partido ilegal por ser brazo de ETA, es que estamos en manos de la irresponsabilidad más absoluta.