Finalmente, Washington vetó la venta de aviones CN-235 a Venezuela, acordada por el ministro de Defensa español José Bono en su última visita a Caracas. Es un veto sin paliativos que ha puesto, una vez más, en ridículo a la diplomacia socialista. A pesar de ello, el Gobierno de Rodríguez Zapatero parece dispuesto a satisfacer su compromiso político de rearmar al régimen bolivariano del coronel Chávez, recurriendo a tecnología europea, china o rusa si fuera necesario.
El peligro de intentar montar dos caballos es que uno puede terminar en el suelo, por buen equilibrista que se sea, como sin duda lo es José Bono. El ministro de Defensa español quiso jugar a ser el hombre de Washington en un gobierno profundamente antiamericano y al mismo tiempo ser el mejor aliado de la revolución bolivariana ante los recelos de nuestra propia diplomacia. Para ello no dudó si quiera en enviar una fragata española a combatir en Irak, algo que ni el mismísimo Aznar se permitió en sus mejores tiempos, ni en ponerse al mismo tiempo el traje de vendedor a domicilio de toda clase de artilugios bélicos para vocear a coro con el líder bolivariano que ni España ni Venezuela se someten al imperialismo yanqui. Al final, lo que ha logrado José Bono es disgustar seriamente a su cada vez más joven Rumsfeld y por el momento quedarse sin los aviones que pretendía vender a su cada vez más demócrata Chávez.
Washington no ha tenido piedad con un Gobierno Zapatero al que debe dar ya por defenestrado y con el que no parece querer ya hacer el esfuerzo de recomponer relaciones. La Administración norteamericana podía haber guardado un prudente silencio ante la petición española y haber dilatado simplemente la respuesta, que es un modo muy diplomático de decir no. Por el contrario, la embajada en Madrid no se limitó a anunciar a bombo y platillo el veto, sino que incluso se permitió desmentir con rotundidad al Ministerio de Asuntos Exteriores español cuando en un intento desesperado trató de achacar la negativa a una decisión comercial de la empresa suministradora. El veto es político, no comercial, vino a decir el embajador.
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