Las memorias de Paul Bremer sobre su año en Irak han causado un gran revuelo en España. ¿El motivo? Sus críticas a la falta de cooperación de las tropas españolas allí desplegadas para atacar a los guerrilleros de Al Sadr cuando éstos tomaron Najaf en febrero de 2004. En una España a la que le gusta hacer chirigota de sus Fuerzas Armadas todo se ha reducido a la imagen de los soldados jugando a las cartas en medio del desierto, al lado de los aguerridos combatientes americanos.
Pero lo que de verdad dice Paul Bremer es otra cosa. Cierto, critica la actitud de los soldados españoles, pero esa no es la cuestión. Paul Bremer sabía y ahora calla que el mandato del contingente español se limitaba a las tareas de ayuda humanitaria y a la seguridad del orden público en su zona de actuación, no a tareas de combate. Las tropas españolas podían abrir fuego como protección y autodefensa, pero no habían recibido misión alguna ni la orden de participar en combate.
Lo que dice Paul Bremer entre líneas es algo de lo que el PP y José María Aznar deberían estar orgullosos. No eran unos lacayos ni títeres de Bush, algo de lo que son continuamente acusados desde la izquierda y desde el actual gobierno de Rodríguez Zapatero. A las peticiones norteamericanas para que cambiaran su misión, José María Aznar supo decir que no y mantener a nuestras tropas bajo los términos acordados desde el principio, a saber, que España no intervendría en acciones ofensivas contra el régimen de Sadam, aunque apoyara políticamente su derrocamiento y estuviera dispuesta a participar en tareas de ayuda humanitaria y de reconstrucción de ese país. Bremer critica la imagen de nuestros soldados contando la verdad a medias porque no puede criticar la decisión política de por qué y para qué estaban allí. España, en contra de lo que ha dicho el PSOE, manipulando y mintiendo descaradamente, no estuvo en la guerra con Irak. Ni durante ni después de la intervención que derrocó a Sadam.