Ya sea hablando de la OPA política contra Endesa, de la anunciada asamblea de Batasuna, de la liberticida amenaza que para los medios de comunicación supone el CAC, o del lógico malestar que, también en el ámbito militar, provoca el Estatuto; la actitud de Rodríguez Zapatero, durante el coloquio en los desayunos organizados por el Forum Europa en el Hotel Ritz, no ha sido otra que una variada antología de cómo negar la evidencia con la mayor desfachatez y desparpajo.
Como si el escándalo de los casos "Montilla" y "Maite Costa" no se hubiera producido, y los intereses políticos de socialistas y nacionalistas en esta OPA no fueran de sobra conocidos, Zapatero ha asegurado, con total desfachatez, que la decisión de su gobierno a este respecto vendrá marcada por dos guías, una de las cuales será "la salvaguarda de la competencia". Y eso nos lo dice Zapatero, pocos días después de haberse pronunciado en contra de esa OPA la máxima autoridad que existe en esta materia, como es el Tribunal de Defensa de la Competencia.
La segunda "guía" dada por el presidente, no menos cínica, ha consistido en lo que podríamos llamar una arenga patriotera. Así, Zapatero ha dicho que "sería el único presidente del mundo que no deseara para su país tener empresas fuertes en el sector energético" y que lograrlo daría "un valor añadido a España".
En muchas cosas, el presidente del Gobierno del 14-M, ciertamente, es un "presidente único en el mundo". Entre otras, en el hecho de gobernar con formaciones separatistas y en el no tener claro si el país que gobierna es o no una nación. Pero secundar esta operación político-financiera, instigada por el cuatripartito nacionalista catalán y olvidando que la eficiencia y la competitividad de las empresas no tiene porque residir en su tamaño, es buena muestra de hasta qué punto Zapatero, más que tergiversar, describe la situación de forma completamente antagónica a cómo es en realidad.
Otra perla de la gravedad del cinismo ilimitado de ZP, nos la ha proporcionado el presidente al inhibirse de la anunciada asamblea que ETA-Batasuna pretende celebrar el próximo día 21. En lugar de criticar al gobierno vasco por su visto bueno a ese acto, que de forma tan abierta desafía a la Ley de partidos, Zapatero ha insistido cínicamente en que "las competencias en lo que afecta a este tema, en buena medida son competencias de la comunidad autónoma".
Sin importarle dejar sin efectos una ley que –como la de la ley de partidos– sigue en vigor, Zapatero ha hecho caso omiso a las palabras del presidente del Tribunal Supremo, que ha salido a la palestra para recordar que sigue "a la espera" y que sin el requerimiento previo de la Fiscalía General del Estado o la Abogacía General del Estado –ambas dependientes del gobierno central–, el Tribunal no puede tomar cartas en el asunto.
No menos cínica ha sido la forma con la que Zapatero ha tratado de desligarse del CAC y su liberticida amenaza a los medios de comunicación. ¿A quién quiere engañar Zapatero por el hecho de señalar que el CAC y sus liberticidas funciones es cosa del parlamento autonómico? ¿Acaso él no lo ha secundado en todo momento para que ahora creamos que la cosa no va con él?
¿Y qué decir –por último– de la frialdad con la que ZP ha tratado de tomar el pelo a los periodistas congregados en el Ritz al asegurarles que, salvo el caso de Mena Aguado, no existe malestar en el Ejército? Pero, ¿cómo se puede faltar a la verdad con tanto descaro? ¿Tan seguro está Zapatero de que la mayoría de los periodistas se harán cómplices de sus mentiras?
Antes del discurso de Mena Aguado, ¿creía alguien, acaso, que los militares eran una excepción al malestar social que provoca un proyecto que proclama a Cataluña como nación y acaba con la unidad de España y con la Constitución del 78? El caso es que Zapatero, sin importarle la lógica más elemental y las pruebas del amplio malestar militar que se acaban de publicar en diarios como La Razón, El Mundo o ABC, se atreve a negar lo evidente.
Cinismo, ciertamente, “único” el de este presidente de Gobierno.