Ya se sabe, predecir es difícil, sobre todo el futuro, así que bien puede que nos equivoquemos.
De Evo como gobernante no sabemos nada, porque nunca ha estado en ello, así que no es del todo imposible que nos dé una agradable sorpresa. Es un líder sindical lleno de energía y coraje, carismático para los suyos, bueno organizando protestas y reclamando derechos. Predicar se le da bien, dar trigo no sabemos. En lo que ha resultado un maestro es en derribar gobiernos todo lo constitucionales que es posible en un país tan desestructurado como el suyo. Qué hará si otros intentan hacerle lo mismo a él es una cuestión clave.
El peligro inmediato no viene de la derecha, asustada de que hubiese constitucionalmente que recurrir a la decisión de un parlamento contrario al sindicalista si Morales no obtenía la mayoría absoluta. Por una vez prefirió perder a enfrentarse con un nuevo período de agitaciones.
Quienes no se andan con remilgos democráticos están en su ala izquierda. Ya se sabe, ellos son la democracia aunque sólo fueran dos. La legitimidad está en el radicalismo de las ideas y sus pretensiones redentoras. Los votos carecen de representatividad cuando no les dan el poder. ¡Qué más se necesita para demostrar que fueron manipulados por la burguesía monopolista y explotadora! Esos radicales han llevado a Evo al poder con ultimátum incluido. Tiene 90 días para cambiarlo todo. Nueva constitución con nacionalizaciones a gogó.
Evo llega al poder sin programa digno de tal nombre pero con sólidos principios. Despenalizar la coca aunque no la droga que es su principal destino. Aunque los bolivianos te ofrecen un matesito de la prodigiosa hoja a nada que te descuides, su consumo en forma de infusión no es más que una pequeña parte de la capacidad productiva. Coca sin cocaína es una de las cuadraturas del círculo que el presidente electo nos promete.
Evo cree firmemente en el socialismo, no el de Blair sino el de Castro, que ve como todo un éxito. Van a controlar cada respiración de los inversores extranjeros, llenarles de oprobio y estrujarles hasta el último dólar, pero no los van a echar. Cómo van a conseguir que se queden, en el próximo número, después de los noventa días.
Lo que sí está claro es con quien está como una piña, los eximios demócratas Fidel y Hugo, de los que se hace lenguas.
No es necesario decir que su receta es la ideal para arruinar un país, porque los bolivianos siempre han estado en la cola de Latinoamérica y muy atrás en la mundial, porque han padecido la maldición de las riquezas naturales. La plata del Potosí sostuvo durante buena parte de la Edad Moderna los sistemas monetarios europeos vía Sevilla. No hace mucho que eran el primer proveedor de estaño del mundo. Un país de mineros. Y los mineros, como los que viven de la pesca, son depredadores. Arramblan con lo que pueden, lo antes que pueden, si no lo hará el que venga detrás.
Las riquezas de ese pobre país pobre siguen siendo enormes, y no sólo petróleo y gas. Es cierto que la miope y egoísta oligarquía boliviana se merece veinte Evos, como la venezolana unos cuantos Chávez, pero lo malo es que es el pueblo en cuyo nombre se toma el poder el que paga el pato. Bolivia pide a gritos una revolución, justo la contraria que Evo parece decidido a poner en marcha. Chávez se ha espabilado y ya tiene su nueva oligarquía bolivariana, más corrupta, más destructiva y mucho más represiva que la anterior. ¿Cuánto tardará el agitador cocalero?