El ciudadano Ricard Murga es un patriota catalán; y el ciudadano Antoni Jordà, también. No hace tanto, cuando el PSOE intentó encerrar en el trullo al patriota Jordi Pujol, acusándolo de apropiación indebida de unas pesetas españolas, el patriota Murga se lanzó a las calles montando febriles tenidas en defensa de la honorabilidad de Cataluña. Fue aquel un gesto que llegaría a lo más hondo del corazón del otro patriota, Jordà. “Cómo premiar las murgas de Murga”, preguntábase desde entonces el patriota Jordà en sus largas noches de insomnio nacional. Hasta que una madrugada dio con la solución a su desasosiego patrio. “Le regalaré –se dijo aliviado– un cheque de un kilo con el que cancelar aquel crédito que le otorgara Banca Catalana para comprarse la Yamaha Neo’s en el concesionario que cae justo enfrente de ADIGSA. Pero, a mas a mas, ya que yo mismo soy el director general de esa empresa de la Generalidad, también lo agraciaré con un contrato de trabajo, pues lo ansío a mi vera”.
Dicho y hecho. Así fue cómo, ya unidos para siempre, el patriota Murga y el patriota Jordà fueron felices y comieron perdices… Hasta la fatal hora en que el patriota Murga enloqueció. Y es que, hoy, el patriota Murga sufre alarmantes trastornos psicológicos. Lo ha desvelado en TV3 Felip Puig, el del túnel del Carmelo, que es otro patriota que también ocupara en su día la dirección general de ADIGSA. Y no debe andar errado el tribuno en su diagnosis. Pues dicen por ahí que el cuadro clínico del enajenado presenta síntomas inquietantes, que abarcarían desde la alucinación ocasional al “delirium tremens”. Para que el lector se haga justa idea de la severidad del caso, baste referir que el paciente cree haber presenciado mil y una vez cómo cobraban comisiones del veinte por ciento –en billetes usados– los patriotas Jordà y Puig.
Es más, ese orate corretea por el periódico de Franco jurando que en las contratas de ADIGSA siempre ocurría lo mismo: la pasta en mano y por adelantado o no habría concesión. ¡Pobre insensato! El chiflado no comprende la enormidad de lo que perora. Pues si ADIGSA ha facturado por un valor total de 473 millones de euros desde su fundación, eso representaría el hurto de dieciséis mil millones de pesetas en bolsas de deportes. Vaya, casi la solución al cruel zarpazo de la globalización neoliberal contra la industria doméstica de marroquinería y complementos.