La reciente presentación de una encuesta sobre la opinión que los cubanos tienen sobre su régimen político desvela lo que el sentido común sugería. La ONG “Solidaridad Española con Cuba” ha realizado, en condiciones harto difíciles, un sondeo que muestra una sociedad que mayoritariamente desea vivir en democracia y donde sólo un 20% respalda a la dictadura castrista. Son conscientes de que viven en crisis y valoran positivamente el Proyecto Varela.
Los cubanos no son marcianos, sino un núcleo más de occidentales que comparten con nosotros los mismos principios y valores. No aman a Castro ni desean vivir bajo una dictadura comunista, como tantas veces se nos ha dado a entender desde determinados medios de comunicación próximos al Gobierno. Aman la libertad, la justicia y la democracia, todo aquello que está en la base de nuestra cultura común y que se les ha negado desde ese progresismo izquierdista dispuesto a legitimar cualquier aberración.
Los cubanos, como muchos chinos o iraquíes que viven entre nosotros, tienen dificultades para entender por qué una sociedad democrática como la española ampara dictadores o desea, como es el caso iraquí, que su proceso político derive hacia la guerra civil. Y es que cuesta entender hasta qué punto está arraigada entre nosotros la hidra totalitaria y antiliberal, hasta qué punto occidentales bien educados rechazan los fundamentos de un modelo social que no ha tenido parangón en la Historia.
Los cubanos no esperan de nosotros saraos folclóricos a favor del Dictador, como los que gustan de organizar nuestros titiriteros, sino solidaridad. Quieren oír de nuestras bocas que rechazamos a Castro y que reconocemos su derecho a la dignidad personal. Ese aliento les ayuda a seguir adelante, conscientes de que no están solos, de que sabemos de su sufrimiento y de su lucha. Esperan de nuestras instituciones medidas concretas que aíslen el castrismo y pongan las bases para la reconstrucción nacional.
No hace mucho fuimos bandera de los derechos cubanos, de ese pueblo con el que España tiene por su historia una relación íntima. Hoy somos ejemplo de protección al Dictador, de menosprecio a los demócratas y de olvido, una vez más, de la defensa de los derechos humanos. Esto es el progresismo, el “talante”, la vía hacia la modernización que nos propone este refundado Partido Socialista.