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EDITORIAL

Bono recoge velas ante Castro

A la vista está que, para el radicalismo y antiamericanismo del gobierno del 14-M todo vale: Tanto la soberbia para justificar el trato con Chávez como la humillación para desairar a Castro

No sabemos qué resulta más lamentable, si la pomposa y soberbia forma en la que el ministro de Defensa justificó el pasado lunes la irresponsable venta de material militar al régimen de Hugo Chávez, o la disimulada forma en la que Bono ha tenido que rectificar, tras la protesta de la dictadura cubana, su comparación de Castro con Pinochet.
 
Como recordarán los lectores, Bono se llenó la boca en su visita comercial a Venezuela con palabras como "soberanía" y "libertad" para justificar que España vendiera material militar a un gobierno que, como el de Hugo Chávez, además de mermar día a día las libertades en Venezuela, ha demostrado ser un evidente factor de desestabilización para sus vecinos, y un generoso protector de terroristas disfrazados de guerrilleros, como los que actúan en Colombia.
 
A Bono, sin embargo, le bastó referirse al "imperialismo" de EEUU para poder aseverar orgullosamente que "el único imperio que reconoce es el de la ley" y que "cumpliendo la ley, como decía San Agustín, somos libres".
 
En lugar de haber empleado una retórica que no viene al caso y de apelar a San Agustín para dar empaque a lo que no es otra cosa que el más burdo antiamericanismo, Bono se debía haber cuestionado si una irresponsable venta de armas a un régimen populista y radical como el de Hugo Chávez, deja de ser criticable por el hecho de que dicha venta desagrade al gobierno de EEUU. Además, precisamente porque la decisión del Gobierno español es "libre" y "soberana", es por lo que dicha venta puede ser moral y políticamente enjuiciable.
 
La única referencia, sin embargo, del ministro español a la naturaleza del régimen al que estaba vendiendo armas, fue limitarse a decir que "Chávez no llegó al poder como Castro o Pinochet".
 
Además de ignorar los casos de dictadores que llegaron al poder a través de las urnas, Bono se ha visto obligado a rectificar este jueves la comparación que hizo de ambos dictadores. Así, tras la protesta de la embajada cubana, Bono ha dicho que no era su intención comparar a Castro y Pinochet, entre otras cosas porque contra el chileno tiene un sentimiento de "repugnancia" por ser un asesino. Y ello, dijo, no es lo mismo que tiene hacia el "dirigente comunista". El portavoz socialista en la Comisión de Asuntos exteriores, Rafael Estrella, todavía ha ido más lejos a la hora de desairar a la tiranía castrista y al afirmar que el régimen de Fidel Castro, aunque se trate de un "sistema de partido único", ha ido "acumulando cierta legitimidad".
 
¿Es menos repugnante la dictadura castrista por el hecho de que todos sus indicadores, tanto sociales como económicos, fueran claramente peores que los registrados por la dictadura de Pinochet? ¿Es más repugnante la dictadura de Pinochet –una de las más breves del siglo XX– por haber durado menos que la de Castro, una de las más longevas de la historia? ¿Es menos repugnante Castro por haber ordenado asesinar y encarcelar a bastantes más personas que Pinochet? ¿Es menos repugnante la dictadura de Castro por haber generado uno de los exilios más nutridos y arriesgados del siglo XX?
 
En cualquier caso, a la vista está que, para el radicalismo y antiamericanismo del Gobierno del 14-M, todo vale. Tanto la soberbia para justificar el trato con Chávez como la humillación para desairar a Castro. Tanta orgullosa "soberanía" para verla acabada en semejante servidumbre voluntaria. Ya dijo –precisamente– San Agustín que "la soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande pero no está sano".

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