La asociación mayoritaria de guardias civiles anuncia movilizaciones por toda España coincidiendo con el día de la Constitución. Esta puede ser la primera vez en la historia del Cuerpo que guardias en activo, no sus familias, se manifiesten públicamente en demanda de mejoras profesionales. Es más, el Gobierno estaría obligado en estas circunstancias a adoptar medidas disciplinarias e incluso penales contra los guardias que se echen a la calle, aunque es más que dudoso que el Ministro del Interior tenga el valor político de hacer cumplir la legalidad en este caso.
La situación interna dentro de la Guardia Civil puede considerarse de caótica. Un Director General en la cuerda floja ha perdido toda capacidad de iniciativa y mantiene una relación de enorme tirantez con el Secretario de Estado de Seguridad. Las asociaciones de guardias tienen una interlocución directa con el mando político del Ministerio que deja constantemente al pie de los caballos no solo al Director sino a toda la cadena de mando de la Benemérita. Los guardias se sienten engañados por un Gobierno que les promete todo, pero no cumple nada. Existe una creciente politización en los ascensos y en los destinos de los mandos superiores que terminan en disputas internas dentro del propio PSOE. Como consecuencia de ello, existen cada vez más puestos de generales que no se cubren. Han disminuido de forma alarmante los candidatos a ingresar en el Cuerpo, hasta el punto de que cientos de plazas han quedado sin cubrir en el último año. El proceso de reformas legislativas se encuentra bloqueado, entre otras razones, por las serias diferencias entre el Ministerio de Defensa y el de Interior. Los guardias reclaman que se cumplan las promesas electorales de equiparación retributiva con otras fuerzas de seguridad y mejora de sus condiciones profesionales.
El ministro del Interior se muestra totalmente impotente para enfrentarse a esta conflictiva realidad. Su estrategia es ir capeando el temporal a la espera de que el fin de Legislatura le libre de tener que lidiar algunos de los toros más peligrosos. Si quiere emprender las reformas que le reclaman las asociaciones, y a las que se ha ido comprometiendo, deberá vencer no solo la resistencia pasiva de la Cúpula de la Guardia Civil, con su Director a la cabeza, sino la de un ministro de Defensa que no quiere que esas reformas terminen contagiando a las Fuerzas Armadas de forma inevitable. El problema es que muchos guardias están perdiendo la paciencia y saben por experiencia ajena que este es un Gobierno que siempre cede ante la presión.