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José Carlos Rodríguez

Alianza de Civilizaciones

Las culturas, o las civilizaciones no son ambivalentes. La occidental, con la que nos hemos tropezado, es la que antes ha llegado a descubrir que hay derechos individuales universales, y de que su violación es injusta

No se rían. Hay un Grupo de Alto Nivel de la Alianza de Civilizaciones, y se ha reunido este domingo en Calviá. El objetivo consiste en “acercar” a los mundos musulman y occidental. Y la forma de hacerlo es reuniendo a políticos y expertos bajo el auspicio de la ONU. El concepto es de un totalitarismo extremo. Albergar la idea de que unos políticos pueden encarnar nada menos que una civilización es presuntuoso, y pretender que sus acciones y decisiones implican a las civilizaciones y determinan su curso es una alucinación.
 
El concepto de diálogo o alianza entre realidades tan contingentes e históricas es ilusorio. Las sociedades han tropezado con la civilización que adoptan. Éstas son el resultado no diseñado de millones de acciones individuales, de respuestas a problemas viejos y nuevos. Son las condiciones materiales y morales en las que actúan los individuos. Pero los políticos son así, pueden considerar que una persona o un grupo de ellas puede comprender o actuar en nombre de una cultura.
 
El origen de la idea de alianza de civilizaciones se retrotrae al oscuro Roger Garaudy, un hombre convertido al islamismo y que niega la realidad del holocausto. Más tarde fue rescatada por otro ejemplo de tolerancia y talante: el ex presidente de Irán Mohammad Jatami, que repitió sus ideas el pasado 29 de octubre en el Encuentro Atman. José Luis Rodríguez Zapatero ha llenado con esa idea su vacuidad intelectual y moral. Se adapta perfectamente a su ambivalencia moral, que solo cede a su cursilería y a la utilización de palabras sugerentes con las que viste su falta de convicciones. Si todo ello cuenta con el respaldo moral de la ONU, reunión máxima de corrupciones planetarias y
 
Pero las culturas, o las civilizaciones no son ambivalentes. La occidental, con la que nos hemos tropezado, es la que antes ha llegado a descubrir que hay derechos individuales universales, y de que su violación es injusta. La musulmana no ha dado aún con ese conocimiento. El Islam, o sometimiento, divide el mundo en la tierra conquistada o sometida y la que queda por islamizar.
 
Esta reunión de políticos solo servirá para limitar la crítica moral al Islam desde los valores occidentales, como la libertad o los derechos humanos. Es esa perversa idea de que “no podemos imponer nuestros valores”, cuando en realidad no son “nuestros”, sino universales. Lo único que puede servir de ayuda es la libertad, cuya fuerza transformadora diluye las concepciones colectivistas, que superan a los individuos y sus derechos. Pero precisamente la defensa de los derechos del hombre es lo contrario de la Alianza de Civilizaciones, que parte de la ecuanimidad entre estas ideas, identificadas con occidente, y las que caracterizan al Islam y que han servido para justificar atentados como los de Nueva York, Londres o Madrid.

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