A diferencia de Ignacio Astarloa, creo que el comunicado de ETA a la BBC sí presenta algunas novedades. La más importante es la constatación de que Cataluña ocupa un lugar preponderante en la agenda y estrategia políticas de la banda terrorista, lo que, por cierto, es una auténtica catástrofe. En medio de la conmoción estatutaria, con la sociedad catalana siendo arrastrada hacia las caducas fantasías del onanismo identitario, en plena reedición del victimismo –corregida y aumentada–, puestos bajo el foco público y luciéndonos un día sí y otro también, solo nos faltaba la ayudita de la ETA.
Que vengan a contarnos ahora Carod y compañía que no hay relación entre la visita a Perpiñán con la que se estrenó la legislatura tripartita, y esta asunción etarra de las reivindicaciones nacionales catalanas. Pesada y ominosa sensación de sometimiento a un eje delirante que apenas difiere en poquedad moral: de una parte el presidente hipotecado de un gobierno embargado se rinde ante una banda a punto de extinguirse –y con él rinde al país pasando la vergüenza por el tamiz parlamentario–; de otra parte el acreedor separatista, encantado de ver cómo España se somete y entregado a la reconducción del socio cada vez que el PSOE tiene una pulsión de dignidad.