La primera y última vez que accedí a la página web de un grupo que el politólogo común definiría como de extrema derecha, figuraba allí un largo y encendido alegato contra la guerra de Irak que hubieran podido suscribir de pe a pa los partidos de izquierda y plataformas que hacían entonces campaña pacifista –que no es lo mismo que pacífica, como quedó demostrado– contra aquella intervención militar para derrocar a un dictador de probada crueldad.
Hubiera sido muy fácil pergeñar en aquellos días unos reportajes con un surtido de “ultras”, nativos y foráneos, como los del Frente Nacional francés, que expusieran su oposición a aquella guerra y sus sentimientos, o mejor, resentimientos, hacia Estados Unidos. En la vorágine del “no a la guerra” de la izquierda no hubiera hecho falta aliñarlo mucho más. Lectores y espectadores hubieran podido sacar por sí mismos la conclusión deseada por los autores del invento: aquellas consignas que coreaban las manifas izquierdistas, eran señas de identidad de la extrema derecha.
Y no se hubiera faltado del todo a la verdad. Los ultras se oponían a la guerra de Irak con argumentos similares a los de la izquierda y eran visceralmente antiamericanos. Pero, de haberse emitido tal cosa por algún canal de televisión, el PSOE y sus acompañantes habrían chillado hasta quedarse roncos que se trataba de una manipulación grosera. Y con razón. Pues bien, es exactamente eso lo que están haciendo ahora, respecto de la unidad de España, el socialismo gobernante y sus medios afines.
Se han propuesto instilar en las mentes de los españoles que propugnar la unidad de España es un atavismo de la ultraderecha más impresentable y rancia. Patxi López, que no se distingue por hilar fino, lo hizo en una entrevista concedida al diario Gara. “No sabía, dijo, que el Foro de Ermua había nacido para reclamar la unidad de España con la derecha más reaccionaria”. Y no sabíamos, señor López, que usted y la dirección de su partido, iban a adoptar una concepción de la nación tan reaccionaria como la que propugnan los nacionalismos identitarios. Que su relación amistosa con los nacionalismos totalitarios iba a llegar al mimetismo y a la simbiosis.
Pero lo de López es la punta del iceberg que flota en las frías aguas de la propaganda. Hace una semana, en un reportaje de Mercedes Milá desfilaba un nutrido grupo de ultras manifestando su férreo apego a la unidad de España. Y con motivo del 20-N, la televisión pública ha lanzado unas cuñas en las que se aprecia cómo era ése el mayor empeño del franquismo. ¡Qué casualidad! Cuando a ZP se le hunde la proa porque se percibe que nos lleva de cabeza a la desintegración, aparece una batería de declaraciones y reportajes encaminados a que se asocie la unidad de la nación con gentes con el brazo en alto y con los artífices de una siniestra dictadura.