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Ignacio Villa

El secuestro de la democracia

El presidente del Gobierno intenta aislar al Partido Popular, pero aislar a diez millones de ciudadanos es imposible. Al final, la realidad es que nos están secuestrando la democracia

El debate parlamentario sobre el Estatuto de Cataluña celebrado este miércoles en el Congreso de los Diputados ha sido altamente clarificador. Ha dejado a cada uno en su sitio, es más, nadie se ha escapado de la triste realidad de una clase política que está demostrando una gran intransigencia hacia los que no piensan como ellos. Vamos por partes.
 
El presidente Zapatero ha pronunciado un discurso muy poco consistente. Ha manifestado su crítica hacia el Partido Popular, –única formación constitucional– y se ha mostrado encantado con todos los partidos políticos que apuestan por la ruptura de la Constitución. La confirmación de una realidad. Hasta ahora hemos dicho muchas veces que Zapatero gobernaba con los independentistas por necesidad, después de lo visto hemos de concluir que el presidente ha buscado los socios de Gobierno por pura convicción. Se había dicho que, en el debate del Estatuto, íbamos a ver al Zapatero más genuino. Es verdad, hemos visto al presidente más frívolo, más superficial y más irresponsable posible. Lleva meses dorando la píldora para terminar diciendo que su fórmula mágica a lo Harry Potter para sustituir la palabra nación es "identidad nacional". Menuda solución.
 
En cuanto a los tres ponentes del Estatuto –Más, De Madre y Carod– no ha habido sorpresas. Constituyen el exponente del nacionalismo más rancio, del independentismo más radical, del odio a España más extremo, de la agresividad más zafia y de la hipocresía más extrema. Han llegado los tres al Congreso como los buenos de la película, pretendiendo que por treinta minutos de parlamentarismo simplista nos vamos a olvidar de la larga lista de ofensas, insultos, provocaciones y ataques de unos políticos que no entienden la crítica. Sólo saben de obediencia militar. No pueden pretender que todos sus chantajes pasen a ser historia. Sólo entienden de democracia dirigida.
 
Dos especimenes de la política que –aunque parezca mentira– siguen existiendo merecen capítulo propio. Me refiero a Durán i Lléida y a Puigcercós. Dos intervenciones sin desperdicio. La política es pura cloaca. ¿No se acuerdan cuando Durán i Lleida perdía la cabeza por ser ministro en el Gobierno de Aznar? Pues ahí lo tienen, alardeando de católico para arremeter contra la Iglesia y contra la COPE. Resulta que Durán i Lleida ha renunciado a todos sus principios religiosos para dar el sí al Estatuto. Duran ha dicho sí a un texto que deja la puerta abierta al aborto libre y a la eutanasia, dejando la enseñanza de la religión como algo marginal cuando no suprimida. Por su parte, respecto al independentista Puigcercós todo se resume en algo muy fácil: estamos ante el ejemplo más gráfico de como se aplica el totalitarismo a la política.
 
El debate quedaría incompleto sí no habláramos de Mariano Rajoy. El presidente del Partido Popular ha estado muy brillante en la forma y en el fondo demostrando que es un excelente parlamentario; pero quizá lo más interesante es que el líder popular se ha dedicado a transmitir en el Congreso, simplemente, el sentir de millones de personas que ven con espanto la incapacidad de Rodríguez Zapatero.
 
Por más que se empeñen Zapatero y sus amigos, aquí no hay crispación. Simplemente existe un sentir general: Zapatero está hundiendo el país. El presidente del Gobierno intenta aislar al Partido Popular, pero aislar a diez millones de ciudadanos es imposible. Al final, la realidad es que nos están secuestrando la democracia.

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