La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, compareció ayer ante un comité del senado para explicar la estrategia de la administración Bush en Irak. Sus palabras fueron claras y estuvieron encaminadas a poner fin a un estéril debate sobre cuándo van a regresar las tropas americanas a sus casas. Rice fue muy explícita: Estados Unidos no abandonará Irak hasta haber acabado con los terroristas y seguidores de Saddam Hussein. Lo que Washington busca es “limpiar, sostener y crear” en Irak, frente a la destrucción que plantea la guerrilla. Y si para ello son necesarios diez años, diez años se estará en el país.
Las palabras de la secretaria de Estado son importantes porque ponen fin a un debate que ha venido creciendo entre las filas demócratas y republicanas y que perseguía poner una fecha de salida de las fuerzas de la coalición. Pero también es importante porque supone la asunción pública del ideario de George Bush, quien aspira a convertir a Irak en un país civilizado y democrático. Y es importante porque durante todo el verano ha habido una significativa disparidad entre lo que el presidente quería y lo que el Pentágono se planteaba. Donald Rumsfeld ha dicho reiteradamente que su objetivo era entrenar lo más rápido posible a las fuerzas iraquíes de tal forma que cuantas más hubiera, menos americanas tendrían que quedarse desplegadas en la zona. Rice corrige ahora ese planteamiento porque desvincula el nivel de fuerzas americanas y de la coalición a la habilidad de lidiar con los problemas de los propios iraquíes, sino que se vinculan a la eliminación de la violencia guerrillera y terrorista.