Una de las misiones esenciales de todo ejército es la defensa de las fronteras de la nación a la que sirve. Desde comienzos de la democracia, antes incluso, el ejército español tenía preparada la defensa de las dos plazas españolas, Ceuta y Melilla en el caso de una agresión militar por parte de Marruecos. Ese plan se conocía en argot de defensa, como el Plan Delta. Lo que no contemplaba dicha previsión militar era que Marruecos pudiera agredir a las dos ciudades por medios no armados convencionales y que intentara replicar, a menor escala, una marcha verde sobre las dos ciudades. Tampoco contemplaba el plan un dato alarmante: más de un tercio de los soldados de las guarniciones de ambas ciudades son de origen marroquí, musulmanes de religión y ni siquiera residentes en España pues cruzan la frontera todas las tardes para dormir en su hogar, que es Marruecos.
El gobierno socialista, que sigue sin entender para qué existen las Fuerzas Armadas, envía a patrullar la valla de alambres que intenta mantener la frontera de España con Marruecos. Y lo hace porque considera que nuestros soldados son un claro elemento de disuasión. Pues bien, las últimas avalanchas humanas han mostrado todo lo contrario. Y la razón es muy sencilla: todo el mundo conoce que nuestros soldados patrullan sin munición, sin autoridad para detener a los emigrantes que saltan ilegalmente a nuestro país y sin la misión de defender nuestra frontera. El gobierno los ha reducido a un fondo de foto y a ser testigos mudos de cómo quienes nos invaden, una vez que tocan suelo español en lugar de ser internados y deportados, son adoptados y mimados por nuestras ONGs, auténtica vanguardia de nuestra sociedad.
Las fuerzas armadas no están para servir de antidisturbios, porque no saben ni pueden, pero tampoco para servir de falsa seguridad. Si se les envía tiene que ser para servir de garante de nuestra nación, empezando en nuestras mismas fronteras, es decir, para la defensa de la valla de alambres frente a quien se la salta a la torera. Los subsaharianos, no por pobres y hambrientos son menos invasores. Y no por desesperados responde a una estrategia más amplia de las autoridades de Marruecos.