Rodríguez Zapatero se ha propuesto superarse en cada comparecencia con un líder extranjero, especialmente si ese líder pertenece a alguna dictadura tercermundista. La avalancha humana que se cernió la madrugada del jueves sobre la frontera hispano-marroquí ha sido, esta vez, la coartada para que el presidente del Gobierno dedicase lo mejor de sus juegos malabares al ilustre invitado de ocasión. Los sucesos del jueves, aparte de constituir un drama humano de primera magnitud –y al saldo de cinco víctimas mortales nos remitimos–, son la confirmación definitiva de que la frontera en Ceuta y Melilla es, sin sombra de duda, el punto más caliente de Europa. Como tal, han de ser objetivos preferentes en la política inmigratoria del Gobierno y reclamar su importancia en las instancias comunitarias pertinentes.
Para Zapatero, sin embargo, Ceuta y Melilla no son más que dos chinas en el zapato que estorban su idílico romance con la dictadura alauita. Al hilo de los tiroteos que se sucedieron a la avalancha humana hemos asistido a un espectáculo a caballo entre lo nauseabundo y lo grotesco trufado por una buena dosis de corrección política. Dos informes de la policía española apuntaban ayer que los disparos con arma de fuego se habían efectuado desde el lado marroquí. El gobierno de Rabat, como no podía ser de otra manera, lo negó con vehemencia y se permitió el lujo de acusar a la policía española de haber efectuado los disparos. El informe de balística de la Guardia Civil es concluyente; en ningún momento los agentes de frontera utilizaron fuego real y, lo que termina por aclarar el misterio, las balas encontradas en la zona por los expertos no coinciden con la munición utilizada por la Benemérita. Marruecos, pese a todo, siguió insistiendo a través de Maghreb Arabe Presse (MAP), su agencia oficial de prensa, que fueron los españoles los que habían disparado sin piedad a los inmigrantes cuando se encontraban escalando la valla. Ante tal disyuntiva, la de creer lo que dice la policía marroquí o la Guardia Civil, no hay mucho donde elegir. El Instituto Armado es un honorable cuerpo, escrupuloso observador de las garantías constitucionales que sirve a una nación democrática; mientras que la gendarmería marroquí es tristemente célebre por sus abusos y por lo vejatorio del trato que inflige a los detenidos.
Esto, que está a la vista del analista más despistado, no lo tiene del todo claro Zapatero. En la rueda de prensa con Driss Jettu, primer ministro marroquí, hizo filigranas para no salir en defensa de su propia policía. Jettu, por su parte, se alineó sin fisuras con la versión que el ministerio del Interior marroquí estaba difundiendo. Zapatero, bravucón cuando se trata de ofender a Estados Unidos, se amilana muy fácilmente cuando a su lado se encuentra un emisario del sultán. No es la primera vez que lo hace, horas antes había eliminado de la cumbre a los representantes de Ceuta y Melilla por no ofender al invitado, y eso que la reunión tenía como asunto principal el de la emigración ilegal. ¿A qué juega Zapatero en las relaciones con Marruecos?, ¿de qué lado está?, ¿cómo piensa defender nuestros intereses si las cosas se ponen realmente feas en las plazas del norte de África? No lo sabemos, pero, visto el modelo que aplica en todos los conflictos con los que, como presidente de Gobierno, tiene que lidiar, podemos imaginárnoslo.
La política marroquí de Zapatero, engendrada a dúo con la calamidad que puso al frente del ministerio de Exteriores, no puede ser más errática. Al único que está beneficiando es al sultán y a los planes que éste ha trazado para dos ciudades españolas. El Gobierno socialista puede seguir engañándose y pensando que con más ayuda económica calmará a un vecino cuyo expansionismo está fuera de toda duda. De hecho, y a modo de ejemplo sobre las formas en que las gasta el gobierno de Rabat, en el teletipo de la agencia MAP que acusaba a los españoles de haber disparado contra los emigrantes, el redactor se cuidó mucho de hablar de Ceuta como ciudad ocupada. No es un desliz. Mohamed VI, convertido ya en digno heredero de su padre, sabe que la obra magna de su reinado ha de ser anexionarse Ceuta y Melilla. Si Zapatero sigue al frente de los destinos de España lo tendrá fácil.