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José García Domínguez

Viaje a Itaca

Setenta y dos largos años recalando en los emporios de Fenicia para adquirir madreperla y perfumes deliciosos. Y ámbar. Y ébano. Aunque siempre, huelga decirlo, con un tres por ciento de descuento.

Podría haber sido un día perdido, otro. Porque aquella montaña de sábanas amarillentas y apergaminadas no encerraba el menor rastro del tesoro que andaba buscando allí, en la Hemeroteca de Cataluña. Nada, ni una única y miserable alusión al asunto. Ni por parte de los ponentes de la Esquerra, ni por los de la Lliga, ni por los de Estat Català, ni por nadie. De ahí que, resignado, ya me dispusiese a rumiar algún otro tema con que llenar el puto folio, que diría Gistau. Pues, aunque perplejo, yacía rendido ante la evidencia. No había duda: cuando se debatió el gran Estatut, el de la República, ni un solo nacionalista tenía noticia de que Cataluña posee ciertos derechos históricos inalienables que prevalecen sobre lo que disponga cualquier Constitución española.

Y fue entonces, al ir a cerrar el último de los enormes cartapacios, cuando di con esa portada de El Socialista, la del 27 de diciembre de 1931; la que le erizaría el vello de emoción a Maragall, si pudiera leerla hoy; la que advierte a toda página:        

“Las Juventudes Socialistas de Barcelona están dispuestas a todo para impedir el triunfo del separatismo reaccionario que pretende aislar a Cataluña del resto del mundo y defenderán, poniendo en contribución todo su esfuerzo, el idioma español como lengua usada en todos los grados de enseñanza dependientes del Estado. No negaremos a la Generalitat el derecho de implantar en sus centros de enseñanza el catalán, y cooperaremos con entusiasmo para que la cultura catalana no desaparezca, pero en las escuelas, en los institutos, en las normales y en la Universidad del Estado no debe usarse otro idioma que el español”.

– ¡Qué largo ha sido el viaje a Itaca!– exclamaría sin duda el compañero Pasqual al contemplarla, tal vez con los ojos humedecidos por las lágrimas. Y es que los socialistas catalanes han tenido que esperar setenta y dos largos años desde aquello. Setenta y dos largos años combatiendo a Lestrigones. Y a cíclopes. Y al airado Poseidón. Setenta y dos largos años recalando en los emporios de Fenicia para adquirir madreperla y perfumes deliciosos. Y ámbar. Y ébano. Aunque siempre, huelga decirlo, con un tres por ciento de descuento. Setenta y dos largos años hasta, en la vejez, arribar a la isla y que el compañero jefe en la consejería de Educación pudiera ordenar, por fin:      

“El catalán debe ser la lengua de uso en las explicaciones orales y escritas de los profesores (…) El profesor/a deberá consignar en su hoja de declaración horaria la lengua en la que imparte las clases. Los directores y directoras no deberán firmar aquellas declaraciones horarias en las que se manifiesten usos lingüísticos no ajustados a la realidad o a la legalidad. La inspección de estos Servicios Territoriales hará un seguimiento especifico de aquellos usos lingüísticos que no se ajusten al marco normativo vigente”.

Setenta y dos largos años hasta comprender ya qué significan las Itacas: En sólo los últimos seis meses, 928 catalanes denunciados anónimamente ante las nuevas “Oficinas de Garantías Lingüísticas”. ¿El delito? Usar el idioma de Pepe Montilla en sus entornos laborales. Setenta y dos años interminables desde aquel manifiesto. ¡Qué largo ha sido el camino! Pero, por fin, han llegado.

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