Dennis Prager
Desde una perspectiva de valores judeocristianos, cada parte de la liberación GLBT (Gay, lesbiana, bisexual, travesti) presenta problemas ya que los valores judeocristianos afirman el ideal heterosexual. Pero la última parte de GLBT es en realidad lo más preocupante.
La mayoría de personas no entienden por qué los travestis son una amenaza para los valores judeocristianos. Pero la izquierda cultural sí, es por eso que el término travesti se incluye siempre.
Travesti no es lo mismo que transexual. En teoría, los valores judeocristianos no tienen ningún problema con un transexual que es alguien que se ha sometido a una operación de cambio de sexo y que se comporta de manera tal y como corresponde a su nuevo sexo.
Por otro lado, un travesti es una persona de un sexo que se viste y/o se comporta como un miembro del otro sexo, esto es algo que choca con el meollo de los valores judeocristianos.
Llama la atención que los activistas pro gays y lesbianas siempre incluyan a los travestis. Si lo pensamos, después de todo, ¿qué tienen que ver los travestis, que por lo general son hombres heterosexuales, con los gays y las lesbianas?
La respuesta es que los activistas entienden que su meta primordial –equiparar el comportamiento sexual entre personas del mismo sexo con el de hombre-mujer—sólo se puede conseguir si se rechazan otras normas sexuales judeocristianas y occidentales.
Es por eso que la mismísima palabra “sexo” cuando se refiere a varón o mujer, ha sido cambiada a “género”. Y la sociedad en general ha aceptado este cambio lingüístico como si fuese una insignificancia. El cambio en las solicitudes a rellenar, por ejemplo ha pasado desapercibida. Pero es un cambio enorme. En el mundo de los activistas sexuales “sexo” es algo fijo y objetivo; “género” es maleable y subjetivo.
Según ellos, por eso a pesar de sus órganos genitales y las características secundarias propias del varón, si un hombre tiene ganas de expresar la mujer que lleva dentro, no sólo debe ser permitido sino alentado a vestirse como mujer en público. La sociedad no debe meterse si un hombre tiene ganas de ponerse un vestido en público tal y como cuando se trata del color de una corbata usada en público. Por eso se aprobó una ley en California prohibiendo despedir a cualquier hombre que se vista como mujer en el trabajo.
¿Por qué es importante, no digamos opuesto, a los valores judeocristianos? Uno de los mayores valores del Antiguo Testamento, fuente primaria de los valores judeocristianos, es la noción de un orden divinamente organizado y basado en la diferenciación. El hombre no debe entrometerse en lo que Dios ha creado distinto.
Como ejemplos; el bien se diferencia del mal (los intentos de difuminar las diferencias son conocidos como relativismo moral y son anatema a los valores judeocristianos); la vida se diferencia de la muerte (en parte como reacción al antiguo Egipto que borró la diferencia entre la vida y la muerte); Dios se diferencia de la naturaleza (ver Parte XVI); los humanos se diferencian de los animales (ver Parte XV); el hombre se diferencia de la mujer. Borrar cualquiera de estas distinciones es entrometerse en el orden del mundo tal y como lo creó Dios y lleva al caos. Tan importante es esta noción de la diferenciación que la palabra misma kadosh (“sagrado” en el hebreo bíblico) significa separado, distinto.
Esto ayuda a explicar una de las leyes menos conocidas y más enigmáticas de la Torá, la prohibición de usar lino y lana al mismo tiempo en la misma prenda de vestir (sha'atnez). El lino representa la vida vegetal y la lana representa la vida animal. Las dos son distintas en el reino de la creación de Dios. Y es por eso que la Torá prohibe que los hombres usen ropa de mujer.
“Dios creó al ser humano, hombre y mujer los creó” así describe el Génesis la creación del hombre y la mujer. Borrar esa diferenciación es jugar a ser Dios y de manera altamente destructiva.
Si un hombre se excita por usar lencería en la privacidad de su habitación, no es asunto de la sociedad. Puede ser asunto de su religión y asunto de su mujer, sea o no creyente (Uno se pregunta cuántas mujeres casadas con hombres que se ponen lencería se sienten satisfechas al verlos usar sujetador y bragas). Pero no es asunto de la sociedad.
Sin embargo cuando un hombre lo hace en público, borra públicamente la diferenciación entre hombre y mujer y la sociedad tiene el derecho y la obligación –si le interesan los valores judeocristianos o simplemente le interesa que los niños no se confundan en relación a la identidad sexual— de decir que eso viola una norma que no desea que sea violada.
La guerra librada por radicales culturales en las universidades, en parlamentos estatales y en tribunales contra la diferenciación misma entre hombre y mujer, es una de las tentativas más importantes para destruir las bases judeocristianas de la cultura americana y occidental. Y ellos lo saben. Por eso su lucha por borrar las diferencias entre los sexos es tan importante para ellos.
Ahora es el resto de la sociedad quien necesita entender por qué es tan importante que no permita que esto suceda.
©2005 Creators Syndicate, Inc.
** Traducción por Miryam Lindberg
Dennis Prager es periodista y comentarista radiofónico muy respetado en Estados Unidos, su programa se transmite desde Los Ángeles diariamente desde 1982. Sus artículos aparecen en grandes publicaciones americanas como The Wall Street Journal, Los Angeles Times, Townhall y el Weekly Standard, entre otras.
Libertad Digital agradece a Dennis Prager y a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.