Dennis Prager
No debemos confundir judíos o cristianos con valores judeocristianos. Muchos judíos y muchos cristianos, incluyendo a muchos creyentes sinceros, toman posiciones que son contrarias a los valores judeocristianos, valores que he definido extensamente. En pocas palabras, son los valores del Antiguo Testamento tal como lo han transmitido los cristianos, especialmente los cristianos americanos.
Un claro ejemplo es la pena de muerte para los asesinos. Muchos judíos y cristianos creen que todos los asesinos deben ser mantenidos vivos, que quitarle la vida a cualquier asesino no sólo está mal sino que en realidad no es cristiano o judío hacerlo.
Los judíos que se oponen a la pena de muerte citan el Talmud (el segundo texto religioso más importante de los judíos) que se opone en gran medida a la pena capital; los cristianos que se oponen citan a Jesús diciendo por ejemplo eso de amar al enemigo y muchos abolicionistas católicos citan al fallecido Papa Juan Pablo II y a los muchos cardenales y obispos que –aunque no niegan todas las enseñanzas de la iglesia sobre la potestad de un estado para quitarle la vida a un asesino— se oponen en gran parte a la pena de muerte.
Pero la noción de que un asesino debe renunciar a la vida propia es uno de los valores centrales en el Antiguo Testamento. En realidad quitarle la vida a un asesino es la única ley que se encuentra en los 5 libros de Moisés (La Torá). Esto es especialmente extraordinario si tomamos en consideración las pocas leyes que en general hay en el primer libro, el Génesis.
Cuando Dios creó el mundo, proclamó un valor fundamental y una ley para preservar la civilización: “Aquél que derrame la sangre del hombre, por el hombre derramará su sangre; porque fue creado a imagen y semejanza de Dios”. Y esta ley se repite en Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.
Cuando se permite que todos los asesinos se queden con vida, el asesinato se convierte en algo menos grave y por tanto la vida humana se devalúa. Esto no es solamente una visión bíblica judeocristiana. Es sentido común. El castigo que recae por un crimen es lo que le dice a la sociedad lo malo que ese crimen es. Aquella sociedad que permite que todos sus asesinos sigan viviendo hace pensar que el asesinato es menos espantoso que la sociedad que le quita la vida a un asesino.
Hay gente que dice que se oponen a quitarle la vida a un asesino precisamente porque valoran mucho la vida humana. Argumentan que no se puede enseñar que matar es malo matando. Pero eso es lo mismo que argumentar que no se puede enseñar que robar es malo quitándole el dinero robado al ladrón. O que secuestrar está mal secuestrando (o sea encarcelando) a los secuestradores.
Para la Torá, la primera fuente de los valores judeocristianos, el asesinato es el gran pecado; el inmoral derramamiento de sangre humana (opuesto al derramamiento moral de sangre en casos de defensa propia o en una guerra justa) contamina el mundo. Por eso la Torá legisló que hasta un animal que mata a un humano debe ser sacrificado. El propósito no era castigar al animal –los animales no tienen libertad de elección por lo tanto no pueden ser moralmente culpables– a los animales no se les puede enseñar a no matar. Es que la vida humana es tan valiosa que no puede ser quitada sin que el culpable pierda la suya propia.
Pero... objetará más de uno, la Torá decreta la pena de muerte por muchas infracciones sin embargo no sometemos a la pena de muerte a los que practican la brujería, son adúlteros o cometen otras infracciones serias, entonces ¿por qué sí con el asesinato?
Hay dos respuestas:
Primero, el único crimen capital mencionado antes de que hubieran judíos o que existiera Israel (en el Génesis cuando Dios crea el mundo) es el asesinato. Otras penas de muerte eran aplicables específicamente a la gente de Israel cuando entraban en la tierra de Israel, un código de comportamiento especial para una época especial en un sitio especial. Y casi ninguna de ellas se aplicaron. El propósito principal de declarar un pecado merecedor de la pena capital no era en realidad ejecutar al pecador sino que era poner muy claro lo grave de la infracción cuando la sociedad se estaba estableciendo como la primera sociedad fundada en el monoteísmo ético. Por otro lado, la pena de muerte por asesinato, estaba obviamente prevista para todo el tiempo y toda la gente, es independiente de la existencia de los judíos y fue declarada fundamental para la existencia del orden humano.
Segundo, todas las otras penas capitales son leyes. La pena de muerte por asesinato no sólo es una ley, es un valor. Las leyes pueden tener caducidad. Los valores son eternos. Por tanto los cristianos que creen en la divinidad de la Torá no tienen la obligación de seguir las leyes dietéticas de la Torá (como por ejemplo no comer cerdo ni mariscos); pero sí que tienen la obligación de respetar el valor de quitar la vida a los asesinos.
Finalmente, el Antiguo Testamento se preocupa de la justicia. Y permitir que uno que injustamente haya privado de la vida a otra persona pueda quedarse vivo es la máxima injusticia.
Hay muchos buenos motivos para ser cautelosos con la decisión de quitarle la vida a los asesinos –como por ejemplo evidencia insuficiente, testigos corruptos, distinguir entre asesinato premeditado y crimen pasional– pero el amor a la vida o el compromiso con los valores bíblicos no están entre esos motivos.
©2005 Creators Syndicate, Inc.
**Traducido por Miryam Lindberg
Dennis Prager es periodista y comentarista radiofónico muy respetado en Estados Unidos, su programa se transmite desde Los Ángeles diariamente desde 1982. Sus artículos aparecen en grandes publicaciones americanas como The Wall Street Journal, Los Angeles Times, Townhall y el Weekly Standard, entre otras.
Libertad Digital agradece a Dennis Prager y a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo.
Tiene a su disposición en Libertad Digital la serie completa Por los valores judeocristianos escrita por Dennis Prager