Lejos de disminuir con el paso del tiempo, la desfachatez de Esteban Dido se multiplica con los años. El más veterano y brutal de los terroristas propuso este sábado que se cree un tribunal permanente contra el terrorismo. Ya le vale. Es lo que nos faltaba por escucharle. Cada día que pasa muestra más signos de locura. Pero ahí lo tienen. A él no le alcanzará la justicia. Como tantos otros, el Padrino que llegó de Birán morirá en la cama rodeado de la Familia que colocó al frente del narcotráfico y de la prostitución, los únicos “negocios” rentables en el apartheid caribeño que rodea a las más de doscientas cárceles. Ahora presume con su compadre Gabo de colaborar con EEUU en la lucha contra el terrorismo internacional, cuando lo cierto es que financió, protegió y protege a centenares de asesinos.
Según el analista Andrés Oppenheimer, columnista del Nuevo Herald, en Cuba se esconden “77 terroristas y otros criminales buscados por el FBI y protegidos por el régimen de Castro, así como también cientos de otros requeridos por numerosos países. Estoy hablando de gente como Joanne Chesimard, la miembro del Ejército de Liberación Negro que huyó a Cuba después de escapar de una prisión en Nueva Jersey en 1979, y que -a diferencia de Posada Carriles- ha sido sentenciada por terrorismo. Chesimard fue hallada culpable por el asesinato de Woerner Foester, un policía de caminos de Nueva Jersey que había detenido el carro de la acusada por tener el faro de atrás roto. Esta semana, en uno de sus actos públicos, Castro se refirió a Chesimard como una víctima de la discriminación racial en Estados Unidos. Estoy hablando de gente como Víctor Manuel Gerena, un miembro del grupo terrorista Macheteros de Puerto Rico, quien está en la lista de los más buscados por el FBI. Estoy hablando de docenas de miembros del grupo terrorista ETA de España, que se especializa en hacer explotar carros bombas en la vía pública, así como docenas de terroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, que van y vienen de Cuba, bajo la justificación oficial de que pertenecen a `movimientos de liberación nacionales”.
Magnífico el trabajo de Oppenheimer. No se olvidó de los españoles. En la lista de los amigos de Castro no podían faltar los etarras. Entre ellos, José Ángel Urtiaga Martínez, uno de sus más importantes parásitos y sobre el que pesa una orden de detención internacional. Tal vez Moratinos no quiera recordarlo, pero el último Gobierno de José María Aznar solicitó la extradición de Martínez para que pudiera ser juzgado por la Audiencia Nacional. Que nosotros sepamos la tiranía jamás respondió al requerimiento de la justicia española. Ahora el embajador de Zapatero en la Isla-cárcel está empeñado en que Castro nos devuelva un engendro al que llaman Centro Cultural de España en La Habana. Le piden sólo lo que creen que está dispuesto a conceder. Mejor ocuparse en otras cosas y no tocar el tema de los etarras que en Cuba blanquean dinero manchado de sangre.
Moratinos y Zaldívar saben que el Máximo Líder difícilmente entregará a los que considera valientes gudaris de la causa vasca. En cualquier caso, y según ha puesto las cosas, tal vez a Zapatero no le convenga exigir su extradición. No querrá que Arnaldo Otegi le “regañe” una vez más. Además, mejor llevarse bien con el coma-andante. Supongan que dentro de tres meses Castro convence a un etarra para que declare en el Granma que su organización participó en el 11-M, que avisaron y no les hicieron caso, que se les fue de las manos, que bla bla bla… y que ya hace más de un año confesaron su participación a alguien muy próximo al PSOE. Tanto si fuera cierto como si no, los terroristas y el Monstruo de Birán son conscientes de que una confesión de parte produciría un daño irremediable al que hoy les ofrece diálogo y puede perdonarles centenares de años de cárcel. Castro y sus amigos etarras son asesinos y maestros en la extorsión, no precisamente imbéciles. Les consta que tienen en sus manos el más demoledor de los chantajes. Confiemos en que el diálogo que les ofrece Zapatero responda sólo a su extraño talante y jamás a tan terrible supuesto.