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Federico Jiménez Losantos

Ahora celebran el No los que pidieron el Sí

¿De qué se alegran ahora en el PP? ¿De que triunfe en Francia lo que no se atrevieron a defender en España?

Es asombrosa la capacidad de la política para inducir a la amnesia. Ahora resulta que los más felices por el triunfo del No en Francia son los mismos que en España pidieron el triunfo del Sí. Ahora, sólo ahora, sale Mariano Rajoy hablando del fracaso de Zapatero por apostar a una Europa que se ha partido por el Eje Francoalemán. ¿Pero a qué otra Europa apostaron Rajoy y todo el PP, sin una sola discrepancia, hace sólo tres meses? A la única Europa posible, como antaño Cuevas defendía “la única política económica posible”, que casualmente era la de Solchaga. Es cierto que, afortunadamente, el PP ha defendido siempre unos criterios para la construcción y desarrollo de la UE muy distintos a los criterios del PSOE, en el caso de que el PSOE tenga algún criterio. Pero no es menos cierto que cuando llegó la ocasión de darle una patada a ZP en las posaderas burocráticas de Europa, el PP optó por respetar el tafanario zapateril y no sólo fue capaz de tragar y embaularse la mal llamada Constitución Europea, sino también de vendérnosla como la única solución razonable para los terribles problemas de la UE.
 
¿De qué se alegran ahora en el PP? ¿De que triunfe en Francia lo que no se atrevieron a defender en España? Por lo menos Llamazares y sus secuaces han defendido lo mismo allí y aquí: no a cualquier cosa anterior a 1917 y posterior a la caída del Muro de Berlín. ¿Pero qué defendieron los representantes de la Derecha? Una Europa en la que no creían pero que eran incapaces de combatir. El proyecto liberticida y mostrenco pergeñado por el infame Giscard que no servía más que para alfombrar de retórica un futuro sin futuro. Con un elemento más que agravaba la inmoralidad de la postura del PP: la indefensión en que nos encontramos los que, desde posiciones liberales defendíamos el No, que nos vimos privados de los más elementales derechos civiles para explicar por qué era mala la llamada Constitución, por qué resultaba lesiva para España y por qué nos parecía inviable y ruinosa para Europa. La inmensa mayoría del PP decía en privado y casi en público que le apetecía que saliese lo que en público defendíamos los liberales, el No a ZP, a los polancos y a los morancos, pero a la hora de la verdad, es decir, a la hora de votar, Rajoy se unció a Zapatero, Chirac y Schroeder, el Trío de la Ruina. Eso de dejar que otros hagan lo que nosotros no queremos hacer es la política exterior francesa, un galicismo antiamericano. Pero es también la política interior de Maricomplejines, que sueña con hacer lejos, digamos que en París, lo que se prohíbe cerca, pongamos que en Madrid.

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