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Fundación Heritage

Por los valores judeocristianos VIII

Esos valores judeocristianos han hecho que Estados Unidos sea el experimento más grande de libertad y progreso humano y la fuerza de bien más grande de la Historia. Y son principios exportables. En realidad, son la única esperanza de la Humanidad

Dennis Prager

Algunos judíos y cristianos se oponen al término “judeocristiano”. ¿Cómo puede haber valores judeocristianos, preguntan, si el judaísmo y el cristianismo difieren? En mi artículo anterior, explicaba que uno no debe confundir la teología con los valores. Las diferencias teológicas no son lo mismo que las diferencias de valor. Sin embargo, hay algunas diferencias de valor entre religiones.
 
Allí reside precisamente la grandeza de los valores judeocristianos: Son más grandes que la suma de sus partes. Por eso, en esta serie de ensayos, he estado propugnando el caso por los valores judeocristianos, no por todos los valores cristianos ni por todos los valores judíos.
 
La combinación de la Escritura judía (El Antiguo Testamento) y del pensamiento y activismo cristianos (desarrollado mayormente en Estados Unidos por cristianos apoyados en principios judíos) ha fraguado algo más grande y más universalmente aplicable que el judaísmo o el cristianismo por sí mismos. Déjeme darle dos ejemplos de valores específicamente judíos o cristianos que no son judeocristianos.
 
Al irse desarrollando el judaísmo puso en marcha un sistema legal (Halakha) cuyo propósito creciente era separar a los judíos de los no judíos. Una de sus metas era no permitir que los judíos incorporasen prácticas y valores paganos a su religión monoteísta. Pasado el tiempo, sin embargo, fue también un resultado del exterminio constante de los judíos a manos de los antisemitas. Los judíos, con mucha razón, temían desaparecer. De esta manera, sobrevivir se convirtió en la principal preocupación de la vida judía en lugar de tratar de tener influencia en el mundo y lo lograron en parte evitando el contacto social con no judíos. Fueran cuales fuesen las razones, el judaísmo se retrajo del mundo. Los valores judeocristianos trajeron de vuelta los valores judíos al mundo.
 
Un ejemplo de un valor cristiano que no es judeocristiano es el tradicional énfasis que pone el cristianismo en la fe por encima de las obras y acerca de un credo exclusivo. Muchos cristianos, incluyendo a los que abogan enérgicamente por los valores judeocristianos, creen que uno debe profesar fe en Cristo para ser salvado, que no importa la cantidad de buenas obras que una persona haga, aún si esa persona tiene una profunda fe en Dios Padre, nada será suficiente a los ojos de Dios. Y aunque el catolicismo ha puesto énfasis en las obras junto con la fe, en la mayor parte de la historia de la Iglesia, la importancia de las obras se ha limitado a los católicos. A los no católicos, no importa lo buenos que fuesen, se les negó a menudo la salvación y frecuentemente fueron perseguidos solamente por ser de una fe distinta, por ejemplo los hugonotes (calvinistas franceses) o los judíos.
 
Hasta el sigo XX, el cristianismo europeo, como lo personificaba la Iglesia, le quitó énfasis a sus raíces judías y normalmente persiguió a los judíos (y aunque nunca fue una orden, sí se opuso a su aniquilación física, exterminio exigido por una ideología secular: el nazismo) Ningún estado cristiano habla de sí mismo como “judeocristiano”. Esa identidad surgió con los cristianos americanos quienes desde sus inicios estaban sumamente inmersos en las enseñanzas del Antiguo y del Nuevo Testamento. El cristiano americano se identificó con los judíos en vez de verse como simplemente suplantándoles.
 
Estos cristianos americanos escogieron un verso de la Torá para su Campana de la Libertad: “Proclamad la libertad en toda la tierra”; aprendieron y enseñaron hebreo; aceptaron la noción judía de ser escogidos como luz de naciones; vieron su partida de Europa como un segundo éxodo; hacen que cada uno de sus presidentes jure su cargo sobre una Biblia que contenga el Antiguo y el Nuevo Testamento y mientras cada presidente menciona a Dios en su discurso inaugural, ninguno menciona a Jesús.
 
Por supuesto, la mayoría de cristianos protestantes que creen en los valores judeocristianos siguen creyendo que no hay salvación si no se cree en Cristo. Pero precisamente porque creen en los valores judeocristianos, trabajan mano a mano con otros cuya fe encuentran insuficiente o incorrecta (por ejemplo los judíos o los mormones). Así es que aunque teológicamente rechazan otras creencias, los cristianos evangélicos son el grupo que aboga más enérgicamente por los valores judeocristianos.
 
Esos cristianos americanos son lo que podríamos llamar “judeocristianos”. Desde que fundaron Estados Unidos, esos cristianos han reconocido la crucial importancia del texto judío, el Antiguo Testamento, que forma la base de los valores judeocristianos. Provee al Dios del cristianismo, su Creador supranatural, las nociones de juicio moral divino, del amor divino, la moralidad universal basada en Dios por la que abogan y en la que tratan de vivir, los 10 Mandamientos, lo sagrado, la santidad de la vida humana, la creencia en un Dios de la historia, que la historia tiene significado y finalmente el progreso moral. Todo esto y más vino de los judíos y sus textos.
 
Pero mientras que los judíos aportaron el texto, los cristianos llevaron el texto y sus valores al mundo entero y los aplicaron a una sociedad compuesta de judíos, cristianos, ateos y miembros de otras religiones.
 
Esos valores judeocristianos han hecho que Estados Unidos sea el experimento más grande de libertad y progreso humano y la fuerza de bien más grande de la Historia. Y son principios exportables. En realidad, son la única esperanza de la Humanidad.
 
©2005 Creators Syndicate, Inc.
©2005 Traducción por Miryam Lindberg
 
Dennis Prager es periodista y comentarista radiofónico muy respetado en Estados Unidos, su programa se transmite desde Los Ángeles diariamente desde 1982. Sus artículos aparecen en grandes publicaciones americanas como The Wall Street Journal, Los Angeles Times, Townhall y el Weekly Standard.
 
Libertad Digital agradece a Dennis Prager y a la Fundación Heritage el permiso para publicar este artículo

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