En lo estético, este gobierno se mueve entre los gestos insuficientes o desmesurados propios del adolescente acomplejado y la parafernalia progre de mediados de los setenta. Teniendo en cuenta que, a la muerte de Franco, Zapatero tenía catorce años, es posible que su tiempo se congelara en aquellos días de noviembre del setenta y cinco, aunque esta explicación no es suficiente. Haría falta que el chico hubiera sido un progre de manual, cosa que ignoro, y que luego hubiera crecido en una urna de cristal. Y que hubiera leído y reflexionado poco o nada. Sin embargo, sabemos que el presidente gusta de citar a Borges. Aunque, bien pensado, en realidad no lo cita, se limita a invocar de vez en cuando su nombre como una especie de salvoconducto. También sabemos que ha pasado media vida en un escaño del Congreso de los Diputados sin aportar nada memorable a los diarios de sesiones. Las razones de esa estética gubernamental de gestos afectados, de triunfante toma de la calle, de extemporáneos descabalgamientos del dictador, de pancarterismo, de mimetismo con la gente del cine, de retórica anticlerical, de antiamericanismo chusco y de homenajes a genocidas, lo acercan, más que a la víctima de un síndrome de Peter Pan político, al dócil, interesado, frío y calculador cliente de un gabinete de márketing.
Juan Carlos Girauta
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Ética y estética
En lo estético, este gobierno se mueve entre los gestos insuficientes o desmesurados propios del adolescente acomplejado y la parafernalia progre de mediados de los setenta.
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