Ha llegado a España Team America. En muchos sentidos una película como muchas otras. Es una comedia que parodia a los estadounidenses, que procede de ese país y que resulta políticamente incorrecta. Lo que le hace salirse de lo habitual es que esta sí resulta verdaderamente cruel con la impuesta corrección política. Team America no deja títere con cabeza, frase que se hace aquí especialmente significativa por la deshonrosa presencia de funcionarios de la ONU o de los actores de Hollywood. Aparte del hecho, claro, de que son marionetas quienes la protagonizan.
Sus creadores, Trey Parker y Matt Stone, son de sobra conocidos por su serie South Park. Otra hoguera en la que se consumen las tonterías más aceptadas por la sociedad estadounidense, muchas de las cuales se comparten ampliamente en Europa.
La película es una americanada, con todos los elementos narrativos típicos de esta fórmula. Acción en la que un grupo elitista de superhéroes salvan a la humanidad de una grave amenaza del mal. El protagonista tiene enormes cualidades que descubren los demás y no se muestran hasta los momentos decisivos, cuando desaparecen las iniciales reticencias de algún compañero, besa a la chica, y el bien triunfa. Ante todo, Team America es una crítica de este tipo de películas, más que un intento de adoctrinar al espectador con sus opiniones políticas. Pero enlatada en ese esquema, la cinta se ríe de muchas de las absurdidades que estamos penosamente acostumbrados a ver.
Por ejemplo el papel de los actores y de los intelectuales (de ese tipo de intelectual que ni lee ni se espera de él que lo haga), que en Estados Unidos están simbolizados por las estrellas de la costa oeste. En la película aparecen retratados todos los nombres que aparecen en las salsas. Matt Damon, George Clooney, Susan Sarandon o Tim Robbins, que en defensa del pacifismo son capaces de recurrir al uso de cualquier arma contra la vida de los miembros de Team America. El personaje de Sean Penn se lamenta de la presencia del equipo de héroes en Irak, y describe el país como un auténtico paraíso, “con ríos de chocolate y los niños riendo”, lo que recuerda a una de las manipulaciones de Michael Moore en su último fraude.
Kim Jong Il planea destruir el mundo, y se vale de un evento organizado por el sindicato de actores para la promoción de la paz, para distraer la atención mundial mientras se dispone a llevar a cabo su plan. Los actores de Hollywood no solo no se niegan, sino que se prestan a ser las marionetas del dictador, mientras lanzan mensajes contra los Estados Unidos, con Alec Baldwin de maestro de ceremonias. Estamos demasiado acostumbrados a los saraos que en nombre de la paz mundial se lanzan mensajes contra la más poderosa democracia del mundo y en defensa velada de las peores dictaduras como para no reconocerlos en la película.
Los actores, con su enorme capacidad para dar lecciones desde la ignorancia con un tono de seriedad e indignación que debieran dedicar más a su vida privada, no parecen haberse tomado la crítica de la película demasiado bien. Sean Penn, el actor que trivializó en un corto dirigido por él nada menos que los atentados del 11-S, ha denunciado la película porque “fomenta la irresponsabilidad que lleva en consecuencia a deshollinar, mutilar, explotar o matar a gente inocente en todo el mundo”. Una frase que podría haber sido pronunciada por el pelele que le representa en la película. Tampoco sale bien parado Hans Blix, que en nombre de la ONU le advierte al genocida norcoreano que tiene que dejarle comprobar que no tiene armas nucleares, pues en caso contrario, le amenaza, se verá obligado a escribirle una carta durísima por parte de la institución. Se ve que Parker y Stone han captado la eficacia de la ONU contra las dictaduras. Aunque el que casi queda peor parado es Michael Moore, que llega a sacrificar su pesada humanidad con tal de destruir a estos héroes americanos.