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Fernando Díaz Villanueva

Pacífico eufemismo tropical

Si Chávez consigue salirse con la suya y permanece eternamente en la presidencia los amargos frutos bolivarianos no tardarán en recogerse. Para Venezuela más pobreza, más tiranía y una nueva década perdida cuya lección nadie o casi nadie aprenderá

El dominio que los socialistas tienen del lenguaje me tiene maravillado. A aquello de entrar en la OTAN pero no en su estructura militar le ha sucedido lo del material civil de defensa que Zapatero le acaba de colocar a Chávez. Fantástico, visto así, suena como si en lugar de corbetas, Izar fuese a construir lanchas neumáticas de esas que la Cruz Roja utiliza para socorrer a los náufragos playeros durante el verano. Y casi casi. Dice el Gobierno que los barcos de guerra que vamos a vender a Venezuela vienen sin artillar y son perfectos para apagar incendios, transportar cosas varias y servir de hospitales flotantes. Eso es lo que se llama multipropósito, bárbaro invento que bebe de los diseñadores de monovolúmenes. Aunque, la verdad, tanto artificio sobraba, y más cuando nuestros astilleros construyen magníficas naves-hospital y soberbios cargueros que, aunque se quiera, son imposibles de artillar.
 
Mirándolo de este modo, y sabiendo de antemano que la artillería se la va a vender otro, lo suyo es que las corbetas se las envíen pintadas de blanco y con piscina a popa por si el gorila quisiese homenajearse con un yate a todo lujo para organizar minicruceros bolivarianos por el Caribe. Largas singladuras junto a su padrino Castro y sus hermanos de sangre Tirofijo, Daniel Ortega y Frei Betto, que es un curita brasileño socialudo y viajero que a los liberales nos la tiene tomada muy en serio. Marta Harnecker podría ejercer de animadora cultural, Maradona de lo que todos sabemos y García Márquez de anciano que pipa en ristre echa el día en un emmanuelle extasiado ante la inmensidad del océano. Hasta podría acontecer que una ola gigante se los llevase a todos al fondo. Ahórrese la sonrisa porque, aunque nos fastidie, eso no va a suceder.
 
Las corbetas desartilladas, los aviones de transporte de tropas y demás bagatelas de la muy honorable industria armamentística hispana no van a emplearse en tan placenteros agasajos. Chávez necesita armarse porque para nadie es un misterio que la naturaleza de su régimen es expansionista. Y con esto no quiero decir que en cuanto se las entreguen vaya a poner sitio a Cartagena de Indias, nada de eso. La agenda del coronel pasa más bien por la difusión de su jactanciosa revolución bolivariana a toda Latinoamérica o, al menos, a la parte de Latinoamérica donde pueda –o le dejen– meter la zarpa. El concurso zapateril al empeño está a la vista. No sólo le prestó toda la trompetería de la corte cuando el golpista se dejó caer por Madrid, sino que le ha devuelto la gentileza en la cumbre de Ciudad Guayana, localidad selvática y tropical que debe ser un Macondo al que no le falta ni su tirano banderas inflamando a la soldadesca con discursos extraídos de un disco rayado.
 
Si Chávez consigue salirse con la suya y permanece eternamente en la presidencia los amargos frutos bolivarianos no tardarán en recogerse. Para Venezuela más pobreza, más tiranía y una nueva década perdida cuya lección nadie o casi nadie aprenderá. Para España, la vergüenza de haber contribuido a semejante suicidio por puro oportunismo político de un irresponsable que, a su manera, también quiere perpetuarse en el poder. A los venezolanos amantes de la libertad siempre les quedará Miami. Y a nosotros, a nosotros también.

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