Las razones esgrimidas por el presidente Rodríguez Zapatero para justificar la venta de buques de guerra y aviones militares a Venezuela sólo pueden entenderse porque piense que los españoles son todos tontos de remate o, alternativamente, que la tontería está concentrada en su gobierno.
Lo primero que se le ha ocurrido afirmar es que las armas que España quiere venderle a Chávez son para uso pacífico. El cinismo o el autoengaño no pueden ser mayor. En primer lugar, por una razón bien sencilla: es imposible distinguir entre armas ofensivas y defensivas. Con la posible –y no siempre– excepción de los chalecos antibalas, las armas son eso, armas y pueden ser empleadas tanto para defenderse como para atacar. Esas es la realidad. Sobre todo cuando hablamos de sistemas mayores que integran una diversidad de componentes, unos ofensivos, otros de protección.
Es verdad, aunque esto suele calarlo el gobierno, que España no le vende a Chávez sistemas de armas listos para el combate. La venta es esencialmente de plataformas, buques y aviones. Pero Zapatero no puede obviar la verdad y es que esas plataformas, hoy relativamente inermes, van a montar una panoplia de sistemas de armas que Venezuela está adquiriendo a Rusia y china, principalmente, aunque también hay otros países en el ajo, como es Israel. Esto es, lo que Bono llama “corbetas”, son en realidad minifragatas. Con sus 1.800 toneladas de desplazamiento superan, de hecho, a las de la clase descubierta que tan buen uso le ha dado la Armada española. Las fragatas de Chávez dispondrán de un helicóptero de ataque ruso; y misiles antibuque chinos y una artillería rápida de defensa de zona israelí. Que sepamos de momento. Todo ello hace pensar en capacidades que van más allá de lo meramente defensivo.
En ese sentido, esta venta hay que enmarcarla en el esfuerzo de adquisición de armas de todo tipo que está realizando Chávez en los últimos meses. Ya el número de buques que compra a España está en el limite de lo que su marina de guerra, por llamarla de alguna forma, puede soportar. De hecho, es probable que le sobren almirantes para mandarlos, pero que le falten marineros adiestrados para su tripulación. Y lo mismo ocurre con sus adquisiciones para las fuerzas terrestres. Es tan alto su número que sólo puede deducirse que el propósito es ayudar con sus mortíferos regalos, a cuanto grupo terrorista, indigenista y populista, la base de su soñado movimiento bolivariano, le rinda pleitesía y entre en sus planes desestabilizadores.
Pero la segunda razón esgrimida por Zapatero no es menos endeble. El sonriente presidente español ha dicho que las patrulleras y demás buques servirán para proteger las aguas jurisdiccionales venezolanas. Zapatero es muy probable que no haya sido informado y que ignore que dichas aguas no están ara nada claras en su delimitación. No sólo Chávez las ha declarado en su extensión y de manera unilateral mucho más allá de lo que le permite la Ley del mar, sino que, además, las tiene sometidas a litigio por una disparidad de principios con Colombia, a quien les quiere disputar su reconocida soberanía sobre parte de las aguas adyacentes. Es decir, que si el objetivo de las armas españolas es ese, estamos contribuyendo a militarizar una disputa, permitiendo su escalada armada.