Tras confirmarse que un activista muslime de la Agrupación Socialista Madrileña había participado en la organización de la masacre del 11-M, el compañero Blanco comparecía ante la Prensa y aparentemente refutaba cierta afirmación emitida en el programa La Mañana de la COPE. Un tertuliano, que por más señas era yo mismo, había defendido que militar en cualquier partido político requiere de más trámites que echar una firmita en un impreso, y que es menester, entre otros requisitos, el aval de dos afiliados veteranos. En su intervención, Blanco sostuvo que eso era falso, y mantendría implícitamente que cualquier padre de familia numerosa puede acceder al control una organización local del PSOE en media hora, simplemente presentando las fotocopias de los DNI de su prole.
Fue tal la convicción del secretario de Organización al declamar su desmentido y tan loable el propósito que allí expuso de promover un partido abierto de piernas a la sociedad, que caí del caballo de repente. Sí, escéptico lector, Blanco me convenció de haber vivido en el error hasta ese instante. Huelga decir que tome la decisión de afiliarme al PSOE en el acto. Mas como el acto me pillaba vacando y en gira ociosa por España, di en acercarme a la web de los socialistas valencianos, pues por allí corríamos el pasado lunes. Y bien sabe Dios que de no ser por el artículo siete de sus Estatutos, a estas horas ya se habría realizado mi anhelo de convertirme en el company Josep. Pero ahí estaba el siete, entre mi sueño y la realidad. ¿Y qué dice el siete de Valencia? Pues esto: “Es necesario que los nuevos afiliados y afiliadas vayan avalados por dos firmas de afiliados o afiliadas.”
