Enfrentarse a un texto de nuestro presidente genera siempre una tensión expectante. Fiel a sí mismo, o a su escribidor, Zapatero no renuncia a adentrarse por los complejos caminos del surrealismo, con una prosa cursi y una proverbial insustancialidad. Los fieles no han podido sentirse defraudados tras leer su ansiada intervención ante la cumbre de la Liga Árabe, ese selecto foro de democracias cuyo prestigio internacional no deja de crecer.
¿Podíamos acaso imaginar que ZP recurriera al pulcro, exquisito y ultraoccidental Giner de los Ríos para dar a entender la deuda cultural contraída por España con el Islam? Ya era excesivo que los socialistas hicieran suya la tradición institucionista, un legado que se caracterizaba por el estricto distanciamiento de la vida partidista y, en particular, de los fenómenos de masas del que el PSOE es buen ejemplo. Sólo la incompetencia de los populares, unida a la impudicia de los socialistas, puede explicar un suceso semejante. ¿Se atreverán con Ortega?
Los párrafos se suceden sin decir nada relevante, como si continuáramos leyendo las antológicas conclusiones de la Cumbre de Madrid. Y, sobre todo, ignorando los sucesos políticos más característicos de aquella región. Habla con naturalidad de avanzar hacia la democracia delante de aquéllos que la combaten. Se refiere a los procesos electorales recientes como si se hubiera llegado a ellos de forma natural y no por imposición norteamericana. Comentando el caso libanés llega a uno de sus mejores momentos cuando asevera que debemos apoyar la decisión del presidente sirio de retirar las tropas, como si hubiera sido un acto de libre voluntad tomado en un momento de relajada reflexión sobre el bien de la región.
Seguimos sin saber qué es la dichosa “Alianza de Civilizaciones” y no será por falta de constancia o tenaz lectura de cada papel que ante nosotros pasa. Cabe, sobre este tema, resaltar una pista tan ilustrativa como alarmante. “Perseguimos un objetivo compartido, superar el desencuentro entre el mundo occidental y el islámico, tomando para ello la iniciativa e incorporando en esta empresa a representantes de otras civilizaciones”.
¿Alguien sabe lo que es una civilización en términos de política internacional? ¿Qué tipo de sujeto es, que características tiene, cómo se organiza su representación?
¿De verdad existe un problema entre civilizaciones? ¿No será más bien que el Islam tiene un grave problema interno que repercute en la sociedad internacional?
Si las civilizaciones son actores políticos cohesionados, ¿quién representa a la Occidental, Bush o ZP?
Por más vueltas que Zapatero le dé, no se defiende a la democracia tratando de tranquilizar y contentar a los dictadores. No puede uno sentirse partícipe del proceso de reconstrucción regional cuando su máxima aportación ha sido abandonar a los iraquíes al terrorismo islamista, del que, quiera o no, se ha convertido en un ejemplar compañero de viaje. El reto que plantea el islamismo no se resuelve organizando encuentros con sátrapas en Nueva York, en el sacrosanto edificio de Naciones Unidas, sino presionando sobre sus gobiernos para que persigan a los dirigentes islamistas, combatan la corrupción y avancen en los procesos de modernización. Con estos juegos florales, además de hacer el ridículo, sólo se alimenta el problema.