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Enrique Dans

Bloggers, curas y secreto profesional

Me temo que un blogger, mientras no reciba un porcentaje sustancial de sus ingresos por ejercer el periodismo en su blog, tiene tanto de periodista profesional como lo que pueda tener de cura

Como todos sabemos, la discusión comenzó con la demanda interpuesta por Apple contra tres blogs, Thinksecret, Appleinsider y PowerPage por revelación de secretos industriales. La empresa pretendía no sólo la reparación de daños, sino la identificación de las fuentes de información en el interior de la empresa. Resultaba evidente que había topos, y Apple se había decidido a darles caza. Pero al llegar a los tribunales, se encontró con que los bloggers, en virtud de su actividad, decidieron invocar un derecho constitucional, la primera enmienda (libertad de expresión, religión y prensa): un periodista no podrá ser juzgado por la publicación de información elaborada a partir de fuentes obtenidas legalmente.

La invocación de esta enmienda constitucional por parte de los bloggers para evitar cualquier responsabilidad judicial fue la gota que colmó el vaso. La compañía decidió proseguir con la demanda, afirmando que los derechos de los periodistas profesionales no podían de ninguna manera ser extendidos a los bloggers y que, por tanto, pedía al juez que instase a los blogs a revelar a la compañía cuáles habían sido sus fuentes de información. El concepto en discusión no es, por tanto, si los bloggers son periodistas profesionales. Realmente, se trata de definir si un blogger, por el hecho de serlo, puede acogerse a un derecho que otros profesionales no pueden invocar para sí. Intentemos aportar algo de luz en la discusión:

El Derecho está salpicado de relaciones "especiales" en las que impera el secreto profesional. Por ejemplo, la relación médico-paciente, la de un sacerdote con un fiel durante la confesión, la de un abogado o notario con su cliente, la de políticos, diplomáticos o funcionarios en el ejercicio de su profesión, la de un cónyuge frente al otro, o la ya citada de un periodista con respecto a sus fuentes de información. En casi todas ellas, las fronteras aparecen claras, por tratarse de profesiones que requieren de unos requisitos especiales para su desarrollo. Pocos aspirarían a disponer de los especiales privilegios de un cura, un abogado o un médico, por ejemplo, si existiesen dudas razonables acerca de su pertenencia a los citados colectivos. Yo no puedo plantarme delante de un juez y afirmar que no voy a revelar algo porque soy cura. "Mire, señor juez, en realidad nadie lo sabe, no he estudiado para ello, no me mantiene congregación alguna, no llevo hábitos y únicamente oficio misas en la intimidad… pero revelarle estos secretos... pues mire, va a ser que no". Decididamente, el razonamiento no funciona. Para invocar el secreto de confesión hay que ser cura. No medio cura, ni cura aficionado. Hay que ser cura con hábito hasta el corvejón.

Lo mismo aplica en el caso de un médico, que ha tenido que pasar por estudios y entrenamientos especiales para poder ejercer como tal. O un político, o funcionario, o abogado, que cuentan con medios para demostrar que lo son. Entonces, ¿por qué esa ambigüedad con respecto a los periodistas profesionales? ¿Es que alguien duda acaso lo que es un periodista profesional? La definición del adjetivo "profesional" no deja lugar a demasiadas interpretaciones: “dícese de una persona que practica habitualmente una actividad, de la cual vive”. Un periodista profesional, por tanto, es fácil de identificar. Basta con mirar de qué vive. Por ejemplo, por mucho que yo escriba de manera habitual en numerosos medios, nadie podría considerarme un periodista profesional, porque los ingresos que percibo por ello corresponden, en un mes normal, a un porcentaje escasamente próximo al 3% de mis ingresos totales. No hay ambigüedad posible. No se discute si yo "podría" vivir como periodista profesional, si he recibido la educación adecuada para serlo, o si tengo un carné o estoy asociado a algún tipo de organismo. Simplemente, se toma mi declaración de la renta, y se puede observar perfectamente que, al menos hasta el momento, no soy un periodista profesional. Así de sencillo.

Por tanto, el que ahora aparezcan una serie de bloggers y pretendan acogerse a una serie de derechos reservados a los periodistas profesionales, resulta, desde mi punto de vista, completamente absurdo. Tanto como lo sería el que pretendiesen de repente acogerse al secreto de confesión. Son ciudadanos normales que además publican blogs, como podrían coleccionar mariposas. Si comienzan a vivir de su blog, ya hablaremos. Mientras tanto, no me venga con pamplinas: usted ha revelado secretos indebidamente, y si es denunciado por ello tendrá que responder ante la ley como un ciudadano normal. La vida es dura, pero es así.

Un último argumento viene dado por la magnitud de la puerta que se abriría en caso de hacer una interpretación contraria: por supuesto, sería enormemente buena para la popularidad de la blogosfera, dado que automáticamente, todo el mundo intentaría tener un blog. Aunque fuese simplemente abrirlo, publicar un par de chorradas y dejarlo ahí acumulando polvo. O ya, para no complicarnos la vida, ya sin blog... ¿para qué? Conozco personas tan sumamente cotillas, que deberían sin duda ser equiparadas con medios de comunicación, y ver reconocido así su derecho a la no revelación de sus fuentes.

Me temo que unblogger, mientras no reciba un porcentaje sustancial de sus ingresos por ejercer el periodismo en su blog, tiene tanto de periodista profesional como lo que pueda tener de cura. Y revelar secretos antes de que el propietario de los mismos quiera revelarlos es algo que no se debe hacer. Sí, es muy divertido, queda ultra-mega-guay, tiene morbo, es posible que hasta puedas ligar más gracias a ello. Pero está mal. Es como robar manzanas. Apple no odia a los blogs. Lo que Apple odia es que le roben las manzanas.

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