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EDITORIAL

El “euroescepticismo” del 20-F y el gobierno del 14-M

El respeto a la realidad exige, pues, admitir que el gran vencedor de este referéndum ha sido el euroescepticismo

Si el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido capaz de saltarse a la torera la legalidad electoral vigente con ocasión de la campaña divulgativa de este tratado europeo, no hay que extrañarse que sus portavoces consideren un “éxito” esta convocatoria, a pesar de no haber acudido a ella casi el 60 por ciento de los ciudadanos llamados a las urnas. Se trata, ni más ni menos, de la convocatoria electoral con más escasa participación de la historia de la democracia en España y la más baja, junto con una celebrada en Irlanda, de cuantas relacionadas con la UE se han celebrado en Europa.
 
Por mucho que el Gobierno quiera hacer de la necesidad virtud y señale que “tres de cada cuatro españoles” han votado favorablemente a este tratado, lo cierto es que estos “españoles” no alcanzan a representar siquiera a uno de cada tres de los llamados a las urnas. El respeto a la realidad exige, pues, admitir que el gran vencedor de este referéndum ha sido el euroescepticismo. Y esto es un fracaso mayúsculo del Gobierno, se ponga como se pongan los medios propagandísticos de ZP y sus reincidentes “tontos útiles”
 
El “sí” tiene muchos padres, pero la responsabilidad de elevar la participación de los españoles en los comicios europeos era de quien convocó este referéndum aprisa y corriendo. Ya sabemos que el gobierno, no contento con saltarse el consenso con los demás partidos a la hora de diseñar las formas y los tiempos, no dudó en saltarse la legalidad electoral.
 
“Ahora sí podemos decir que los españoles somos los primeros con Europa”, decía subjetivamente la vicepresidenta del Gobierno, dejando descarada y objetivamente en evidencia que aquel fue siempre un lema clara e ilegalmente orientativo del sentido del voto.
 
Si hemos sido “los primeros con Europa” con una abstención que ha superado con creces a la participación, ha sido por algo tan sencillo como que nuestro gobierno ha sido el único que ha tenido la desfachatez de no dar tiempo de someter a contrastación y a debate público un tratado cuando todavía ni siquiera estaba concluido. ¿El resultado? Pues que ha crecido el euroescepticismo y que los españoles con Zapatero hemos pasado de ser los europeos que más activamente participábamos en los comicios europeos a los que menos. ZP quería hacer una ofrenda “histórica” a Europa, y ciertamente, lo ha conseguido: Ofrecer un “Si” que bate todos los récords de desinterés.
 
El Gobierno podrá escamotear su responsabilidad ante la indiferencia de la mayoría de los españoles, tanto como aferrase al amplio respaldo al “Sí” entre la histórica minoría de españoles que ha acudido a votar. ZP podrá consolarse así tanto como lo hacía aquel cura que se negaba a contabilizar el 70 por ciento de agnósticos que había en el pueblo, fijando la atención del obispo sólo en el 25 por ciento de creyentes que, efectivamente, superaban al 5% de ateos declarados...
 
Ante una idea de Europa falseada por un gobierno que la somete a la trágala, sin discusión y como laico dogma de fe, no hay que extrañarse que crezcan el número de “agnósticos”. Lo ha hecho incluso el número de “ateos”.

En España

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