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Ramón Villota Coullaut

Un Tratado poco favorable

Porque no hemos de olvidar que nuestros intereses estarán mejor defendidos cuantos más votos tenga España en el reparto de poder, algo que solo se le puede escapar a quien hace pieza angular de su política exterior el diálogo de civilizaciones

En sus orígenes fue la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, para después ser conocida como Comunidad Económica Europea, y desde el Tratado de Mastrique como Unión Europea. En un comienzo fueron 6 países, ahora 25 y en el futuro puede extenderse hasta a las fronteras con Irak. Pero la estructura orgánica de la Unión Europea sigue siendo, con el tiempo, incomprensible. Existen tres Tratados constitutivos, el Tratado CECA (carbón y acero), CEE y Euroatom (Energía Atómica), el primero de 1951 y los siguientes de 1957. Con el Acta Única Europea, y posteriormente el Tratado de Mastrique, seguido del de Niza y el actual, se empieza a vislumbrar que el plano económico de origen se queda corto, y que la integración política empieza a ser una realidad.
 
La existencia de esta pluralidad de Tratados, con sus respectivas modificaciones, ha ocasionado que el organigrama de la Unión Europea no se asemeje, por su complejidad, a ninguna institución internacional. Si realmente se quiere dar el paso a una mayor integración, dicho organigrama debe ser perfectamente entendible por los ciudadanos de la Unión sin necesidad de ser unos expertos en Derecho Comunitario y en una terminología más sencilla, algo de lo que todavía, a día de hoy, estamos muy lejos.
 
En el ámbito competencial, a día de hoy el Consejo de Ministros es el máximo poder decisorio, en teoría, de la Unión Europea, residiendo en él el poder legislativo. Está compuesto por los representantes de los Estados miembros, generalmente por sus Ministros de Asuntos Exteriores. La Comisión es el órgano que representa a la Unión Europea y tiene competencias de carácter ejecutivo y de iniciativa de la política comunitaria. Sus miembros actuales son elegidos por los Estados miembros. Tiene un complejo sistema de mayorías y, quizás más importante, de minorías de bloqueo, que fue lo primero discutido en Niza y con posterioridad en Salónica. Por último, el Parlamento Europeo, cuyos miembros son elegidos por sufragio universal tiene unas competencias que no se corresponden a las de un verdadero parlamento. Se limita a dictar ciertas normas comunitarias y a controlar a la Comisión, pero únicamente eso.
 
De aquí que el problema actual sea el del juego de mayorías. En Niza José María Aznar obtuvo para España mayores cuotas de poder en la Comisión y consiguió que se tuviera que contar con España casi siempre, posteriormente el Gobierno actual rebajó sus pretensiones en la Comisión, para ampliarlas en el Parlamento Europeo, un órgano que, como he recogido también más arriba, no tiene casi competencias. Pero que contentos estamos, tenemos más parlamentarios que en Niza, a costa, eso sí, de perder peso en la Comisión que es, tal y como está organizada la Unión, lo que verdaderamente importa.
 
Creo que este es el punto principal que se vota este domingo, no si estamos a favor o en contra de Europa, sino si queremos votar un texto entendible, en primer lugar, y si, en segundo lugar, aceptamos perder poder decisorio al ceder alegremente lo conseguido en Niza. Porque no hemos de olvidar que nuestros intereses estarán mejor defendidos cuantos más votos tenga España en el reparto de poder, algo que solo se le puede escapar a quien hace pieza angular de su política exterior el diálogo de civilizaciones.

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