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Federico Jiménez Losantos

El asunto pendiente es la libertad

Lo que el Gobierno Zapatero pretende o pretendía es proseguir la ruta delictiva, la sucesión de prevaricaciones que con los gobiernos de González y Aznar alfombra los grandes pelotazos empresariales del Imperio Prisaico, casi nunca nacidos del esfuerzo

Que la inmensa mayoría de los grupos audiovisuales, que se oponen públicamente a la nueva ley a favor de Polanco, tratan, a su vez, de defender sus intereses, es tan obvio como legítimo. Pero lo sorprendente del motín defensivo también hace patente lo que, con escasas cuanto meritorias excepciones, no han hecho estas empresas hasta ahora: defender la libertad, simplemente la libertad, nada menos que la libertad, sin la que el derecho a crear empresas de comunicación es un mero cascarón vacío, un cuerpo sin alma, una vida sin razón de ser.
 
Lo que el Gobierno Zapatero pretende o pretendía es proseguir la ruta delictiva, la sucesión de prevaricaciones que con los gobiernos de González y Aznar alfombra los grandes pelotazos empresariales del Imperio Prisaico, casi nunca nacidos del esfuerzo, casi siempre fruto de jugadas de pasillo y penaltis pitados desde el despacho del árbitro. Lo chocante no es que todos los medios se hayan unido contra el Gobierno y Polanco, o viceversa, sino que no lo hayan hecho antes. Y hay una explicación: casi todos existen como fruto no del ejercicio del derecho a la libertad de expresión sino de la concesión política de licencias audiovisuales en función de los intereses del gobierno de turno. Es evidente que, mientras eso no cambie, la corrupción institucional y la falta de libertad ciudadana continuarán. Por supuesto, siempre habrá alguien que, encaramado a una empresa vieja o inventándose una nueva, defenderá en la práctica su derecho a opinar sobre lo que pasa en su país y en el mundo. Pero si Internet o los periódicos gratuitos están cambiando la faz empresarial de la prensa escrita, los dos grandes negocios del gremio, la radio y la televisión, siguen en manos de una clase política tan corrompida como corruptora. Mientras el Gobierno no sea un simple guardia de tráfico, una aduana administrativa que garantice la fluidez del tráfico de información y opinión, todo seguirá igual, es decir, todo seguirá peor.
 
Sorprende por su inanidad intelectual y su sonrojante mendacidad la curiosa respuesta de Polanco y su satélite catalán diciendo que ya se ha cumplido la sentencia del antenicidio, cuando el propio Zapatero ha dicho que resulta de tan difícil cumplimiento que le obliga a cambiar la ley, otorgándole a Polanco el 50% de todas las frecuencias. ¿Y a qué empresa se ha vendido esa cadena ilegalmente comprada? Porque el Supremo dictó su sentencia en defensa de la pluralidad, menoscabada por la fechoría polanquista, no menos ilegal por contar con la complicidad de Godó, que tan exquisitamente se portó con los que lo habíamos convertido en dueño de la primera cadena de radio española. ¿En qué frecuencia emite, quién la hace, cómo se llama esa cadena que recoge las sesenta y tantas emisoras de Antena 3 de radio? Hasta ahora, no teníamos noticia de su existencia. Y desde ahora, tampoco. Es sólo una mentira más, es la trola perpetua. Es la última manifestación del liberticidio, delito el más frecuente en la comunicación española. Qui prodest? Ese que no se atreven a nombrar ni los presidentes del Gobierno: Polanco, Polanco, Polanco. ¿A quién perjudica? A la libertad. Y a España, España, España.

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