Nadie pone en un duda que una de las principales virtudes, si no la mayor, de los "weblogs" es la libertad. Libertad con la que nacen, crecen y en no pocas ocasiones mueren. Todo el mundo, todo, puede crear su propia página en Internet donde escribir lo que le venga en gana. Se puede utilizar el lenguaje más exquisito o el más barriobajero, ser de derechas, de izquierdas o de centro, hablar sobre la fabricación de tornillos o de los últimos progresos nanotecnológicos. Todo vale.
El éxito de las bitácoras depende (siempre) de la atención que consigan despertar en el internauta. De nada más. Existen páginas personales que apenas consulta el propio autor y otras que reciben las mismas visitas que la web de un periódico con toda una redacción generando contenidos. Parte de su éxito radica también en el nombre del propio blog. Hay algunos que llaman la atención sólo con su título: “Menudita pero matona” anima a pinchar, igual queo “Carne de psiquiatra”. Existen otros más planos, como “El diario de Oier” o “el diario de willy” que no dicen demasiado. Pero ahí están: cualquiera, en función de sus gustos, puede o no pinchar sobre el enlace que les lleve a ellos.
Lo inquietante es que sean la compañías que permiten crear esas bitácoras las que quiebren esta libertad que tan poco ha costado conseguir pero por la que tanto merece la pena luchar. Microsoft presentó la semana pasada su nuevo servicio de creación de bitácoras, MSN Spaces. Como desgraciadamente ya comienza a ser habitual en la empresa con sede en Redmond, el servicio nace inquietantemente cojo. Microsoft, metida de lleno en su campaña por erradicar de Internet cualquier tipo de contenido lascivo, peligroso o pecaminoso, ha vetado la inclusión de ciertas palabras en los weblogs que intenten crear los internautas, según ha desvelado precisamente el 'blog' Boing Boing. Entre esas palabras malditas figura, por ejemplo, “Lolita”, la protagonista de la novela de Vladimir Nabokov.
Los blogs se ha convertido para algunos en lectura obligatoria todas las mañanas. Precisamente porque en ellos se habla sin cortapisas, sin otras sujeciones que no sean las éticas y morales de cada autor. Quien debe medir si un weblog incluye palabras obscenas o inapropiadas, si su contenido es baladí o estimulante, son los propios internautas. En su mano tienen que un blog pase desapercibido o goce de una popularidad que ya quisieran para sí muchos medios de comunicación.