Escribir sobre el dictador payaso es melancólico. Escribir sobre su anfitrión español es otorgarle un rango a quien no lo merece. Escribir sobre Zapatero y Chávez es, pues, un desprecio a la razón. Un desatino.
Y, sin embargo, quiero escribir pero, como diría César Vallejo, me sale espuma. ¿Quiero ultrajarlos? No, quiero compensarlos con lo que más necesitan sus almas purulentas. Sólo quiero insultarlos. Sí, a él, el militar golpista, y a sus sonrientes palmeros españoles. A él, el dictador incivil e irresponsable, y a las criminales sonrisas de esos sindicalistas de academia que lo han condecorado con la medalla del alma mater. A él, que produce miedo cuando guarda silencio, y a ese populista de cartón piedra que lo pasea por Toledo. Sí, en efecto, a todos los insulto, porque es lo que más desean para afirmar sus pobres almas rencorosas.
Quiero gritar ante sus rostros abotargados de mentiras y sangre venenosa: oportunistas. Habéis querido cambiar a un demócrata, Bush, por un dictador payaso. Lo pagaréis caro. O peor, lo pagaremos todos los españoles. Habéis cambiado la excelencia por la rala plebeyez del estulto. Habéis, pues mostrado vuestro verdadero rostro: el resentimiento hacia lo grande y verdadero. España en ruina ya no tiene modelos para detener el derribo.
En fin, palmeros del dictador, no olvidéis el crimen de Chávez, o mejor, a los millones de víctimas de su criminal política. Chávez ha conseguido que emigren, o se exilien, en los últimos cinco años los profesionales mejor preparados de su nación. Más de un millón de venezolanos viven fuera de Venezuela. Chávez ha eliminado cualquier atisbo de una sociedad civil madura y una esfera pública genuinamente democrática. Y, sobre todo, Chávez ha cometido el peor de los crímenes: el "ciudadano", el hombre, venezolano ha perdido cualquier esperanza de ejercer su ciudadanía.
Y mientras tanto... Es necesario soportar, aguantar, luchar. Y reír con la lectura de las obras de Aquiles Nazoa, un clásico, el más grande humorista de Venezuela, que se adelantó cincuenta años al encuentro de Zapatero y Chávez, cuando versificó esta "fábula con zorro y gallinita":
"Viendo una gallinita enfermo a un zorro,
acudió conmovida en su socorro.
Y lo trató tan bien
Que el zorro se curó en un santiamén.
Y el final fue que el zorro de este cuento
Dio una fiesta exquisita
y celebró su restablecimiento
comiendo gallinita."