Las insólitas declaraciones de Umberto Eco acerca de los peligros de Internet son una significativa muestra del desconcierto que las nuevas realidades tecnológicas, políticas, económicas y sociales han ocasionado en la intelectualidad europea y, simultánea o sucesivamente, en el periodismo y en la clase política. Si un hombre del talento de Eco, que ha dedicado su vida a meditar justamente sobre la comunicación, puede ser víctima de esta modalidad del miedo a la libertad y considerar que la red de redes es un peligro capaz de imposibilitar la existencia de referentes culturales comunes, ¿qué podemos esperar de la legión de profesores y opinadores que tocan de oído?
En 1994, John Naisbitt publicó un libro memorable llamado Global Paradox que identificaba a Internet como un elemento crucial llamado a alterar profundamente la realidad. La paradoja era esta: “cuanto más grande es la economía mundial, más poder tienen sus pequeños agentes”. Es decir, el proceso de globalización, espoleado por las nuevas tecnologías, trae consigo -a diferencia de lo que mantienen la ONU, las innumerables oenegés, el pensamiento universitario y la mayoría de los medios de comunicación- un poder cada vez mayor, en todos los sentidos, para los actores más pequeños. El proceso aumenta sus posibilidades de hacerse oír, de llevar adelante iniciativas, de crear opinión, de aprovechar oportunidades de negocio. El mismo movimiento antiglobalización es una sangrante prueba de que lo que ellos sostienen es mentira y que la verdad es exactamente lo opuesto.
No contentos con aplicarle al capitalismo la crítica de la distopía 1984, que Orwell creó contra el estalinismo, fomentan incansablemente la confusión mediante denuncias contradictorias: de un lado, un supuesto crecimiento de la concentración del poder económico en oligopolios; de otro, el rechazo y la negación de lo que todo el mundo ve, de las verdaderas consecuencias de la globalización: la explosión de la diversidad –de la que tanto hablan-, la generación espontánea de una catarata de proyectos propios de emprendedores con muy pocos recursos iniciales más allá de su conocimiento. La globalización significa el derrumbe de muchas de las viejas barreras de entrada en los diferentes sectores de la economía, y está siendo posible gracias a la rendición del bloque comunista en 1989, a la firme defensa de la libertad de unos pocos líderes políticos y a la revolución tecnológica.
Los que desean seguir guiando el pensamiento colectivo, los que temen la diversidad, son quienes están alzando la voz (una voz terriblemente reaccionaria) para defender su mando y sus privilegios. Lógicamente sólo ven un peligro en Internet y fantasean con las acciones “agitativas” del prójimo, al que tildan, en una nueva paradoja, de “ultraconservador”.