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Porfirio Cristaldo Ayala

La bendición de los transgénicos

Los ecologistas y socialistas radicales, que para proteger a los pueblos y el medio ambiente se oponen a los avances de la ciencia, exigiendo la prohibición del cultivo de la soja transgénica, no saben el enorme daño que hacen a los pobres. Es como prohibir las vacunas y antibióticos. La única esperanza de los campesinos de alimentarse, producir y prosperar son los cultivos genéticamente modificados (GM) que desarrollan los grandes laboratorios.
 
El maíz, el algodón y las patatas GM, resistentes a insectos y enfermedades, y de mayor producción por hectárea, salvarán de la hambruna a millones de personas. Incontables niños y mujeres embarazadas escaparán a la muerte mediante cultivos como el arroz GM de alto contenido de hierro y que produce vitamina A. La biotecnología permitirá añadir a las frutas y verduras vacunas, vitaminas y anticuerpos que combaten enfermedades como el cólera. Todo ello, sin embargo, no les conmueve a los ecologistas de países ricos que viven en la abundancia.
 
Unas décadas atrás, la "ecología de la pobreza" determinaba el futuro casi inevitable de atraso y carencia de los países de la vasta zona tropical. En el trópico caluroso y húmedo, la subsistencia parece fácil dado que se puede cultivar todo el año. Pero cuando se pretende pasar del cultivo de subsistencia a la producción intensiva surgen problemas insolubles como la excesiva erosión, ataque de plagas y pérdida de fertilidad del suelo. En pocos años de cultivos intensivos las tierras quedan inutilizadas y sólo sirven para el pastoreo de ganado.
 
Esta maldición tropical resultaba difícil de vencer. La productividad agrícola de las zonas templadas es muy superior al trópico, pese a las dificultades que presenta el clima frío. Y como los países ricos se encuentran todos en zonas templadas, las tecnologías desarrolladas por estos no eran aplicables al trópico, donde la investigación era ínfima o inexistente. No obstante, los que pensaban que los pueblos del trópico estaban condenados a la pobreza se equivocaban.
 
La biotecnología desarrolló los cultivos GM capaces de soportar los rigores del clima tropical y alcanzar altos niveles de productividad. La soja, el arroz, el maíz y el algodón GM resistentes a los herbicidas permiten el control económico de malezas sin usar implementos que erosionan el suelo. Los métodos de "labranza cero" que han vuelto obsoleto al arado mantienen la fertilidad en condiciones de alta producción. La ciencia y tecnología llegó al trópico y renació la esperanza para los pobres.
 
Pero aparecieron los ecologistas y socialistas radicales, opuestos a la tecnología y la producción, denunciando supuestos riesgos para la salud humana del consumo de alimentos transgénicos, apoyados en la "ciencia chatarra". Las ONG y los ambientalistas de izquierda olvidan que en países avanzados como EEUU se consumen alimentos transgénicos desde hace casi una década sin que se haya verificado problema alguno.
 
Por fortuna, días atrás, las Naciones Unidas dieron a conocer en un nutrido informe que los cultivos GM no sólo favorecen a los pequeños agricultores, sino que tienen beneficios ecológicos y no afectan a la salud. El principal problema con estos cultivos, dice el informe, es que no se hayan extendido lo suficientemente rápido para beneficio de agricultores pobres, en lugar de limitarse a la agricultura empresarial.
 
Los investigadores de la ONU afirman que los transgénicos son seguros para la alimentación, que reducen el uso de agroquímicos en beneficio del ambiente y la salud, y que algunos cultivos como el algodón GM están dando buenas ganancias a los campesinos. Los transgénicos pueden elevar la producción y el ingreso de los campesinos, aumentar el suministro de alimentos, reducir sus precios y mejorar la calidad nutritiva de los cultivos.
 
Los gobiernos deben anular toda absurda prohibición a los cultivos transgénicos y dejar que los agricultores elijan qué y cómo cultivar. La ciencia ha puesto en sus manos el mayor avance del siglo en la agricultura. Los transgénicos, al igual que los antibióticos, salvarán vidas y verterán el cuerno de la abundancia sobre los más pobres.
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala, corresponsal de AIPE y presidente del Foro Libertario

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