En los casi dos últimos años, una pregunta estandard en España y sobre España ha sido por qué Aznar hizo lo que hizo, secundar la empresa americana en Irak en contra de su opinión pública. Responder que por seguidismo es atrozmente trivial e implica renunciar a comprender dos años dramáticamente decisivos de nuestra política exterior. Decir que porque consideró que estaba sirviendo a los intereses nacionales aún corriendo graves riesgos políticos es una obviedad que no hace más que enunciar el tema.
Aznar consideró que tenía que arrostrar la impopularidad por varias razones de gran peso, una de las cuales debería ser obvia para todos lo españoles, y marroquíes, de manera prácticamente automática: Tenemos que competir con Marruecos, y ellos con nosotros, por la amistad de Estados Unidos. Los litigios que tenemos con nuestro vecino del Sur, o él con nosotros, son objetivamente graves y susceptibles de crear una crisis nacional si Marruecos decide envenenarlos para ocultar una crisis interna propia.
Cuando se desarrolla una tensión entre ambas orillas del estrecho ya sabemos a quién elige nuestra amiga Francia. En esas circunstancias el apoyo de Estados Unidos puede ser decisivo. Lo que desactivó la crisis del islote de Perejil fue una carta de Colin Powell.
A pesar de que una posición proamericana no es una fuente de prestigio en el mundo árabe, Rabat ha cultivado esa carta con asiduidad y esmero, sin duda, entre otras razones, porque entiende muy bien que tiene que competir con España. Ahora que la reforma del Gran Oriente Medio, que por el Oeste empieza en Mauritania, se convierte en una gran prioridad de la política americana, Rabat pasar a ser un punto de apoyo vital para el gran sueño democratizador americano.
En ese mismo momento España abandona militarmente a su principal aliado en medio de una delicada situación de seguridad, rompiendo con una muy extendida norma de conducta internacional según la cual un nuevo gobierno no incumple unilateralmente compromisos exteriores que lesionan a terceros. Y lo hace con una precipitación equivalente al recochineo.
El resultado de esa acción tendrá una larga cola. La primera manifestación se presenta con caracteres casi pintorescos pero que no por eso dejan de ser escalofriantes. En una entrevista de Powell en una obscura revista americana sobre los grandes problemas actuales de su política exterior curiosa, curiosísimamente, el periodista le pregunta por el más que olvidado, para el publico americano, incidente de Perejil. El secretario de estado responde que se trata de una pequeña y tonta isla a la que tuvo que dedicar dos días de su vida. No hace falta ser muy buen entendedor para captar el mensaje. Seguro que en Rabat lo entienden perfectamente.
El gobierno tiene una opción para evitar una nueva crisis. Dárselo. Al fin y al cabo ya lo ha hecho con el Sahara, abandonando a los saharauis lo mismo que a los irquíes y contraviniendo absolutamente todas las resoluciones de Naciones Unidas al respecto, aunque eso sí, contentando a Francia. Y aún queda mucho por dar que el reino alauita no olvidará pedir. Pero si esa es la política del gobierno, dado su amor por la verdad y la transparencia y su respeto al parlamento y la opinión pública, debería decirlo. Y si no lo es, entonces tendría que explicarnos la lógica de su política, que en ese caso sería bastante más difícil de entender que el diáfano mensaje de Powell.
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos.