Para navegar por Internet con soltura se requiere mucho tiempo y dedicación. Es inevitable fallar repetidamente y recomendable no sucumbir en el intento, por mucho que se tenga la convicción de que el ordenador la tiene tomada con uno. Pero eso, ¡ay!, no es lo peor. Los neófitos encontrarán un obstáculo añadido que no imponen otros medios, como la televisión, la radio o la prensa: su lenguaje. Sólo cuando se logra domeñar a la Red comienza a entenderse algo (sólo algo) de la jerga que emplean muchos internautas.
No es que la comparación sea de gran enjundia intelectual pero, al escucharlos, uno tiene la sensación de estar frente a Mariano Ozores. Sueltan una ráfaga de frases absolutamente ininteligibles, con mucho chapurreo de lengua y mucho acento inglés. Puedes darte por contento si entiendes algunas palabras sueltas.
Puede ser que los internautas disfruten viviendo en un mundo acotado en el que sólo ellos se entienden. O que, simplemente, muchos crean necesario subirse al carro lingüístico de las nuevas tecnologías para no quedarse descolgados. Sea una cosa u otra, flaco favor se está haciendo al castellano.
Es posible que una de las causas del retraso español en materia de nuevas tecnologías se deba a ese terrible y temible muro que separa a los internautas más duchos de aquellos que, con timidez y desconocimiento, dan sus primeros pasos en la Red. Elaborar -y sobre todo hablar- un lenguaje más comprensible se impone como el primer paso para fomentar Internet y las nuevas tecnologías en España.
Porque a un novato no se le puede pedir que arranque la CPU, o que abra el browser para navegar por la web. Menos aún que se instale un firewall o que envíe un mail con un AVI atachado. Tampoco entenderá nada cuando se le dice que en el messenger puede ver si sus buddies están on, o que el spam, los pop-ups, los banners, los skyscrapers y los rich media son muy molestos cuando se navega por la home de una página.
Tal vez se genere más confianza en el internauta inexperto si se le solicita que encienda el ordenador, abra el navegador para acceder a Internet, se instale un cortafuegos (que tampoco dice gran cosa, pero al menos no suena agresivo al oído poco familiarizado con el inglés) o active el programa de mensajería instantánea.
Y así se podrían aplicar ciertos cambios en el lenguaje que no dificultarían la expansión y mejor comprensión de la Red. No hace falta decir Laptop cuando en español existe portátil, password cuando puede sustituirse por clave, o user name cuando existe el clarificador usuario. Un TFT es un monitor plano, un teclado wireless es inalámbrico y los bookmarks son los favoritos.
Es incomprensible esa manía, incluso placentera para muchos, de hablar sin que se les entienda. De acuerdo, aunque solo en parte, que a los pop-ups se les llame así, ya que no existe una palabra en español que pueda sustituirla. Pero al extendido email se le puede denominar correo. Así, a secas. De hecho, muy pocos dicen que mandan un email. Lo que envían es el aún más breve mail, cuya traducción en español es correo. ¿Por qué e-commerce si comercio electrónico es suficientemente esclarecedor? ¿Tanto valor le damos a un segundo de nuestra vida que no dudamos en sustituir PDA por agenda electrónica sólo porque es más breve? No lo creo. Más bien todo se debe a que explicar que tu Palm es buena, aunque no mejor que tu nuevo TFT o tu ratón wireless, imprime un aura de conocimiento a ojos ajenos que en realidad no existe.
Los medios de comunicación deben ser los primeros en apadrinar el maridaje entre el castellano y las nuevas tecnologías. Porque a este ritmo leeremos en breve titulares del tipo "Un blogger demanda a su ISP por deficiencias en el router".