Sr. ZP:
A sólo unos días para las elecciones, ojalá tenga ud. un momento para leer esta mi carta. Va escrita con mi sangre, desde Arizona, a cinco mil kilómetros de España, donde llevo ya quince años, casi los mismos que ud. en el Congreso de los Diputados. Le escribo porque me duele España y porque me da vergüenza escuchar tanta farsa y tanta mezquindad en esta campaña. Le escribo porque le oigo por internet en la radio, le veo por parabólica en la televisión, le leo en sus declaraciones a la prensa. Le escribo, en fin, porque aunque vivo lejos por culpa de las políticas universitarias de su partido, sigo al día lo que pasa en mi patria y lo que quiere hacer ud. con España. De allí me tuve que ir precisamente porque un tal F.G. y su ministro Maravall impusieron por mayoría absoluta (la misma que ud. critica ahora) una Ley de Reforma Universitaria (LRU) que resultó una farsa y un engaño para la juventud universitaria española; una mentira para jóvenes como yo, por entonces ilusionados estudiantes de licenciatura ávidos de obtener un puesto de trabajo.
Fue aquella una reforma, por si ud. no recuerda, que acabó con la libertad universitaria y que fue puerta de entrada para el amiguismo y no para la ciencia, para la adulación y no para el saber. Aquello fue un sendero abierto para los portadores de carnet socialista o para los conversos por la endogamia y el conchabeo. De todo eso, Sr. ZP, seguimos aún pagando las consecuencias. Si quiere ud. ejemplos, si quiere ud. detalles de esas vergüenzas y atropellos cometidos en los tribunales de concesión de plazas, con gusto se los puedo dar. El primero: el mío, con nombres y apellidos, con humilladores públicos y catedráticos marxistas vendidos por un plato de lentejas, do ut des. Guardo sus nombres y su recuerdo. Aquella reforma de su partido, Sr. ZP, generó una universidad dictada desde el poder que cercenó toda pluralidad, toda diversidad y toda solidaridad (le gustan mucho a ud. estas palabras) y quebró las carreras de centenares de jóvenes. Ese, y no otro, es el legado de la sociedad del bienestar que su partido ofreció a mi generación.
Quienes, como el que esto le escribe, optamos por la verdadera libertad y el antiservilismo nos tuvimos que marchar con nuestro título a otra parte. En mi caso, al vivir en la Cataluña nacionalista de Pujol y CIU, imaginará ud. (si es que imagina) que mi partida aún fue con más razón porque eso de estudiar literatura española no se avenía muy bien con el pseudo-terrorismo lingüístico del Molt Honorable (por cierto, algo menor que el de ahora bajo sigla PSC-ERC con la que ud. y su partido pacta). Así que, Sr. ZP, de allí nos tuvimos que ir unos cuantos chavales, justamente los que ahora vivimos fuera de España y enseñamos literatura española e hispanoamericana con dignidad y libertad en universidades extranjeras. En mi caso, Sr. ZP, ese país es Estados Unidos, justo el país que ud. ha juzgado recientemente como autoritario, arrogante e imperialista, y contra el que ha pataleado bajo pancarta eterna. Vivo aquí, sí, vivo aquí en libertad, créame. Vivo en un país que se defiende del terrorismo con la ley y que no pacta con él ni con sus pistoleros. Vivo aquí, como muchos españoles a quienes el gobierno socialista de F.G. no supo hacer un hueco, pero que sí fuimos acogidos por los gobiernos de Reagan, de Bush padre, de Clinton y hasta de Bush hijo (aunque ud. no se lo crea). Este país de la libertad, de la primera constitución liberal, o sea, democrática, nos ha ido acogiendo porque han valorado nuestro esfuerzo y nuestras ganas de trabajar, por encima de ideologías y de partidismos.
Por eso le digo, Sr. ZP, que me duele España. Me duele por culpa de gentes como ud. y quienes lo rodean, quienes sólo tienen el objetivo de demonizar a la derecha española a la que aún siguen culpando de una historia nefasta que es la suya misma, la que ud. está escribiendo ahora en esta campaña. Sí, la derecha, sin complejos, la misma derecha que ha creado riqueza para España como nunca antes se había visto en la democracia, la misma derecha que genera un superavit para poder pagar dignamente a los pensionistas, la misma derecha que no pacta con los terroristas y que piensa en España como un reino bien avenido. Por eso me duele tanto imaginar España gobernada por gentes como ud. Me duele por su manipulación política, por sus anuncios electorales, por esas papeletas entrando en una urna con rancios recuerdos del Prestige, de la Guerra de Irak… (todavía con eso). Me duele, créame, su demagogia instalada en el rencor, en la falsedad, la manipulación y la farsa.
Lo más triste es que su afán de poder le lleva a olvidar lo más básico de una democracia: la libertad. Esa misma libertad con la que ud. quiere jugar pactando con partidos antiespañoles y antidemocráticos. En su conciencia quedará lo que haga, Sr. ZP. No cuente ud. con mi voto como tampoco pudo contar conmigo hace quince años la España socialista a la que ud. pertenecía y que hundió la universidad. Por eso vivo aquí, enseño aquí y sigo amando España desde aquí. Vivo aquí por dignidad y por amor a la libertad, toda la que aquí sobra y faltará en la España rota y quebradiza que ud. propone.