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Que las encuestas tienen que acercarse a la verdad para ser verosímiles es un hecho poco discutible. Que desde esa cercanía a la verdad (o a lo que consideran cierto según sus datos) tienden a favorecer al partido, medio o causa que inspira la encuesta, es también de sentido común. Por eso resulta tan extraño que la encuesta del CIS otorgara al PP justo la mayoría absoluta. Si se atiene básicamente a la verdad, y dado que siempre existe una horquilla razonable en la predicción, la cocina del manjar de la mayoría absoluta debería haber apuntado arriba o abajo, para abrumar al enemigo o para animar a los propios. Lo que no se entiende es quedarse en el punto justo que evita el esfuerzo en uno u otro sentido.
 
Porque en la encuesta de El Mundo que salió unas horas antes de la del CIS y que no se apartaba sustancialmente de sus datos, la posibilidad de la mayoría absoluta quedaba compensada y hasta contrarrestada por la tendencia a la baja del PP y la tendencia al alza del PSOE en el último mes. Hasta el punto de que su propio director defendió que puesto que la victoria de Rajoy era segura y la cuestión era si necesitaba de CiU o no para formar gobierno, era deseable una mayoría absoluta del PP para hacer frente al reto separatista.
 
Sin embargo, lo del CIS es mucho más difícil de entender. En principio, parece que o los datos apuntan a una mayoría mucho más aplastante del PP o a un alejamiento de ella tan pronunciado que necesita una inyección de optimismo y un chaparrón de pesimismo para el PSOE. Con todo, la intención resulta misteriosa y en unas elecciones tan importantes cualquier cosa es discutible excepto la existencia de intención. Sólo se me ocurre que dando por descontada la victoria del PP, los de IU no se vayan a votar al PSOE, logrando así que la tendencia al voto útil se rompa en la izquierda. Y que sea eso precisamente lo que le permita la mayoría absoluta o suficiente a la Derecha. Pero esto es sólo una interpretación. El misterio continúa. Tal vez en esta última semana tendremos alguna clave para desentrañarlo. O no, como hubiera dicho Rajoy antes del Pharmatón Complex.

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