Que las encuestas tienen que acercarse a la verdad para ser verosímiles es un hecho poco discutible. Que desde esa cercanía a la verdad (o a lo que consideran cierto según sus datos) tienden a favorecer al partido, medio o causa que inspira la encuesta, es también de sentido común. Por eso resulta tan extraño que la encuesta del CIS otorgara al PP justo la mayoría absoluta. Si se atiene básicamente a la verdad, y dado que siempre existe una horquilla razonable en la predicción, la cocina del manjar de la mayoría absoluta debería haber apuntado arriba o abajo, para abrumar al enemigo o para animar a los propios. Lo que no se entiende es quedarse en el punto justo que evita el esfuerzo en uno u otro sentido.
Porque en la encuesta de El Mundo que salió unas horas antes de la del CIS y que no se apartaba sustancialmente de sus datos, la posibilidad de la mayoría absoluta quedaba compensada y hasta contrarrestada por la tendencia a la baja del PP y la tendencia al alza del PSOE en el último mes. Hasta el punto de que su propio director defendió que puesto que la victoria de Rajoy era segura y la cuestión era si necesitaba de CiU o no para formar gobierno, era deseable una mayoría absoluta del PP para hacer frente al reto separatista.