El ex presidente del Gobierno Felipe González calumnió, tanto al actual Ejecutivo como a la Guardia Civil, el pasado lunes en un mitin en Sevilla al afirmar textualmente que "en mis tiempos no se detenía etarras por cuestiones electorales". ¿Hubiera sido mejor acaso que no los hubieran detenido para luego responsabilizar al Gobierno de la terrible matanza que esos etarras querían perpetrar?. El Gobierno en ningún momento, por otra parte, ha pretendido apropiarse partidariamente de ese éxito, sino que lo ha atribuido y agradecido enteramente a los agentes de la Guardia Civil. ¿Qué pretende insinuar, además de insultar, el enloquecido rencor de González?
Lo que no es una calumnia, sino hechos conocidos y judicialmente sancionados, es que en los "tiempos" de González, se secuestraban, torturaban y asesinaban a etarras o a simples ciudadanos con aspecto de serlo, mientras se hacían hipócritas diatribas públicas, no ya contra la pena de muerte, sino contra el mero endurecimiento de las penas propuesto por el PP. En tiempos de González, el Gobierno arremetía contra los pocos políticos que, como Manuel Fraga, se atrevían de vez en cuando a proponer por libre algo tan "contraproducente, electoralista y dañino para la unidad de los demócratas" como la ilegalización de Herri Batasuna y el final de su financiación pública. En tiempos de González, el PSOE todavía era más servil y adulador que ahora con el Gobierno francés, sólo que entonces lo presidía Francois Mitterrand, el mayor responsable de que Francia fuera el acogedor santuario para etarras que era entonces. Aquellas puritanas y absurdas constricciones políticas y jurídicas frente a ETA, que se entreveraban con orgiásticos y desatados estallidos criminales, pueden ser lo más característico de la pésima política antiterrorista “en los tiempos de González”.
Por el contrario, jamás el Estado de Derecho ha puesto a ETA tan contra las cuerdas y tan a punto de doblar como lo está ahora, por mucho que los socios del PSOE hayan corrido a darle esperanzas a Perpiñán a cambio de que "se sitúe en el mapa antes de querer atentar contra España". Mientras el indeseable de Carod Rovira -cuyo partido independentista, conviene insistir, será el único con el que los socialistas irán en listas conjuntas al Senado- nos anuncia un “cambio de régimen democrático”, gracias al apoyo que brindará a Zapatero junto a IU y otros partidos, el presidente extremeño, Rodríguez Ibarra, ha salido a dar cuerda a las declaraciones de González sembrando de "dudas" la operación de la Benemérita. Dudas que también comparte el independentista Joseba Azcárraga, actual consejero de Justicia del Gobierno vasco.
Rajoy, que parece que ya se va dando cuenta que no es normal lo que se está jugando España en esta campaña electoral, ha denunciado por fin con nervio electoral y coraje moral la "verdadera vergüenza nacional" que supone cuestionar la espléndida intervención de la Guardia Civil gracias a la cual deben la vida decenas, tal vez, centenares de madrileños. Zapatero, por su parte, ha optado, por la cuenta que le trae, por no hablar más del terrorismo, mientras Ibarra ha recogido velas -sólo en parte- pasando a proponer nuevos "pactos antiterroristas" con todas "las fuerzas democráticas". ¿Con quién tenemos que consensuar ahora, Ibarra? ¿Con el PNV? ¿Con los independentistas de Carod Rovira? ¿O se refiere a IU, que no tuvo reparos de ir con ETA a Estella? Más vale que cada partido pacte con los electores y que cada palo tenga el orgullo o la vergüenza de aguantar su propia vela.