Mientras la oposición venezolana se mantiene en activo y se lanza a las calles, la disidencia cubana se mantiene amordazada y como amortajada. Era de esperar. Desde que Raúl Castro se inventara una bichidisidencia a su imagen y semejanza que sólo reclamaba internet y viajes, la verdadera causa de Cuba, la de la libertad, fue a parar a los trastos usados de una húmeda y oscura alacena.
Esa bichidisidencia, que se instaló en los titulares de la prensa internacional, mientras en Cuba son unos perfectos desconocidos por los cubanos de a pie, consiguió lo que beneficiaría y benefició sin duda a la tiranía de los Castro: que la verdadera oposición y sus objetivos fueran relegados al olvido.
Logrado el periódico de Yoani Sánchez, sus viajes y premios, ¿qué más podría pedir ahora mismo la oposición? Nada de nada.
Los trotes de las Damas de Blanco por una línea de tránsito otorgada por el mismísimo castrismo se han convertido en una especie de cabalgata de feria. Las trifulcas entre ellas por dinero, o por lo que sea, han socavado al único movimiento que tenía un verdadero sentido dentro de la isla.
Lo que verdaderamente se mantiene son los encuentros de Antonio Rodiles y su Estado de Sats, bastante alejados, por cierto de la jefa Sánchez. Pero nadie sabe para quién trabaja, y es probable que esos encuentros, que siguen sucediéndose sin que la policía irrumpa con detenciones, se transformen en actos que terminen por convertirse en pruebas de que la dictadura empieza a aceptar cambios y hasta a promoverlos al tolerarlos.
El asunto es que da vergüenza observar cómo en tantos países la gente se tira a defender sus derechos, y en Cuba, la misma oposición pone freno a cualquier movimiento libertario, interesados más en su beneficio propio, el de existir dentro del régimen y ser admitidos por él.
Todavía no ha salido un documento de la solidez de aquel de los años noventa, titulado "La patria es de todos". El Proyecto Emilia de Oscar Elías Biscet, uno de los más importantes opositores de Cuba, no ha tenido la fuerza suficiente para llegar a una gran cantidad de cubanos, falto de apoyo por la misma disidencia y borrado por la bichidisidencia.
Mientras la oposición se desmorona en Cuba, fuera de Cuba la gente empieza a creer que el mayor opositor a una revolución que no fue, y a una dictadura que dura más de medio siglo, es el propio Raúl Castro, o sea, el dictador mismo con sus cambios fraudes. La culpa la tiene la bichidisidencia, quién lo duda a estas alturas.