Lo que más me saca de quicio hoy no es ver a ese pueblo cubano en medio de los charqueros y de los escombros, hundidos en el agua cochambrosa hasta el cuello, pero bailoteando y fingiendo esa falsa alegría que es su imagen de marca después de más de medio siglo, con aquellas sonrisas morunas y borregas, envueltos en una gran conga dedicada, cómo que no, a su Comandante empotrado y hecho cenizas, tras el ciclón Irma. Ni los diez muertos declarados por Granma, el periódico oficial del Partido Comunista de Cuba, cuando al parecer son más de cuarenta. Ni la foto casual de Wendy Guerra junto a un árbol tumbado en La Habana, cual una modelo de La Maison, allá donde conoció seguramente a Gabo, su mentor (para ser fina), y muy cerca de donde recibe a Rubén Gallo, el profesor de Princeton, en sus fiestas celebradas en grandes mansiones alquiladas con sirvientas negras trajeadas de criadas a la antigua, como en la época del malo Batista. Ni los jóvenes muertos olvidados de Venezuela, a los que la MUD utilizó y luego traicionó.
No, lo que hoy verdaderamente me saca de mis casillas son esos selfies desalmados junto a un criminal, junto al etarra Arnaldo Otegui, el mismo que ayudó a matar a 54 catalanes inocentes, que posaba ayer como si de un gran artista famoso se tratara. Un asco de personaje, de lo más repugnante que pueda existir en Europa y en el mundo en estos momentos.
Es que yo a todos esos que hoy se toman un selfie con este mentecato asesino los mandaba sin retorno a Corea del Norte o a Cuba; pero allá como reos, por donde ahora mismo se encuentra encerrado en una férrea cárcel otro inocente, Eduardo Cardet, el líder del Movimiento Cristiano Liberación. Allá, a la Cuba de los pistoletazos en la nuca de Raúl Castro y del Che Guevara, los maestros de los de ETA y las FARC. Allá, a comerse su propia mierda, y a hacerse el selfie con su propio mojón apestoso, como en la Salò y los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade y de Pasolini.
España está perdida. Aunque primero caerá Colombia, es algo ya más que sabido. Gabriel García Márquez y sus putas tristes devenidas escritorzuelas buena culpa tienen de ese proceso de paz de los sepulcros que sólo conducirá a este país a convertirse en lo que es Cuba desde hace 58 años, y Venezuela, un narco-estado.
En esa caída desenfrenada hacia el peor de los abismos le sigue España, con ese Rajao que tienen como presidente, al que no se le ocurre otra cosa que organizar un viaje a la tiranía castrista, acompañado de los reyes, en medio de un golpe de Estado contra España y de un acto de terrorismo islamista en Barcelona.
Hoy, miren, mejor que ni me hablen, porque estoy que ladro. Peor, trueno. Me hierve el hígado
Bah.