Mi apreciado Fernando Mires comenta en su blog el tema que yo quería abordar hoy en esta columna, pero como suele ocurrir muy a menudo, ni siquiera se acuerda de Cuba. Más de 54 años de dictadura y ya ni siquiera los que debieran tomarnos en cuenta lo hacen, no, por el contrario nos ignoran.
Siento disentir de la opinión de Mires en relación a Venezuela. Porque en Venezuela se han manifestado cientos de miles de personas en las calles, desde aquel mes de abril del 2002 hasta el abril más reciente del 2013, los venezolanos han sabido unirse para hacer estallar su justa ira en las calles, en contra del chavismo y del madurismo pajarito. Ha habido muertos y heridos, como decimos los cubanos. El problema es que eso no cuenta para la prensa extranjera, ni para la ONU, ni para los turistas ideológicos. Ya Venezuela entró en un mecanismo idéntico que el de Cuba: la única revolución que se pudo dar en esos países, la única tolerada y reconocida es la que a ellos les conviene, es la que todos plebiscitan debido a los intereses de cada cual, menos los de los pueblos que deben ser oídos y representados.
Si Cuba se perdió, Venezuela va en camino. No olviden que el primer error del cubano es abrir la boca para que le dieran la cucharada de la desmemoria. Espero que los venezolanos aprieten la boca.
En Cuba además, tras más de medio siglo de dictadura, vista y analizada siempre como "revolución", incluso todavía en la actualidad por los bichidisidentes de papier maché creados por Raúl Castro, quienes todavía nombran "gobierno" y "revolución" a la tiranía, la sinvergüencería es tal que a la gente desde hace rato le basta con ser mantenidos desde el extranjero, y constituye su exigencia primordial. Y es que esa es una de las especificaciones del castrismo, poner a sus enemigos a comer en la mano, cual gorriones hambrientos, cuya hambre ha sido hasta deformada.
La prueba es que los cubanos, después de ser liberados de aquella isla, de llegar a Estados Unidos como pudieron y cuando lo lograron, en lo único que piensan es en esperar a que se cumpla el año y un día de la Ley de Ajuste Cubano para obtener documentación en regla, bonos de comida, Medicare, y comprarse el boleto para regresar a la isla que los maldijo. No, ni siquiera piensan que el mundo es amplio, que podrían viajar, conocer otras culturas, aprender de ellas. Ya lo dije en una ocasión, el cubano es gregario, o sectario, necesita del amo, de las órdenes de la secta, de la tribu. Y volver como cabeza de león de donde salió como cola de ratón. A especular y a alardear. El Bambollero en Jefe (modelo a imitar) lo esperará pacientemente apoltronado en su tribuna; no aguarda por él, no, aguarda con los colmillos afilados por los dólares que el Idiota Tributario le pondrá a sus pies en pago de tantos abusos recibidos. El trauma del cubano es muy grande, es el de la víctima que no se liberará jamás de su verdugo porque no concibe la vida de otra manera.
Los venezolanos andan en el mismo trámite, gestionando el billete para el infierno psicológico de la dependencia ad vitam aeternam
¿Por qué no ocurre en Cuba y en Venezuela lo que hemos visto en Estambul y en varias ciudades de Brasil, principalmente en Río de Janeiro? Porque los mismos, o una gran mayoría, que convocan a esas manifestaciones y las provocan vía Twitter son los que piensan que Venezuela y Cuba son unas perfectas democracias, y se guían por ellas y mantienen como patrones de conducta al castrismo, al chavismo y al madurismo pajarito ahora.
En el caso de Cuba la maniobra ha sido sumamente sofisticada, colosalmente bordada. El exilio ha sido penetrado por esa "chusma diligente", que tú y yo amigo lector, "mon semblable, mon frère", conocemos, sin contar las ayudas a chorro a esa misma gentuza que van y las ingresan directo en las arcas del castrismo, los robos millonarios a la sociedad norteamericana por los numerosos espías sembrados que entran y salen de Cuba y Estados Unidos como les da la gana, incluyendo a los hijos de los dos viejos dictadores, el daño ideológico que le han hecho a esa sociedad, y el apoyo inmedible de Barack Obama, su posición aperturista, y su colaboración con el horror cubano.
Nunca antes en la historia de la humanidad un nieto de esclavo ha sido tan desproporcionadamente inhumano e insolidario con los inocentes con los que –según su biografía– debió identificarse. Pero ya saben, nunca un esclavo ha sido más esclavo cuando una vez liberado y ejerciendo el poder y sus derechos los coloca con las manos encadenadas en las garras de quienes hicieron de él su bibelot, la monería de una causa.